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Leyendas
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Una leyenda es una narración de hechos naturales, sobrenaturales o mezclados, que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita.

Las leyendas contienen casi siempre una parte histórica, ampliada en mayor o menor grado con episodios imaginarios. La aparición de episodios imaginarios puede depender de errores, malas interpretaciones o exageraciones.

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Contenido

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Aquiles

Aquiles

En la mitología griega, Aquiles fue un héroe de la Guerra de Troya y uno de los principales protagonistas y más grandes guerreros de la Ilíada de Homero. En la célebre obra homérica, Aquiles suele ser calificado como «el de los pies ligeros», ya que se le consideraba el más veloz de los hombres.

Tetis sumerge a Aquiles en la laguna Estigia

La leyenda afirma que Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su talón al ser sumergido por su madre en la laguna Estigia. Esta leyenda sostienen que Aquiles murió en batalla al ser alcanzado por una flecha envenenada en el talón, de donde la expresión «talón de Aquiles» ha llegado a aludir a la única debilidad de una persona.

La Ilíada es el relato más famoso de las hazañas de Aquiles en la Guerra de Troya.

Cuenta la leyenda que Aquiles se retiró del campamento de los griegos a causa de la ofensa que le hizo Agamenón, el líder del ejército sitiador de Troya al quitarle a su esclava Briseida[1]. Aquiles se negó a luchar y llevar a sus guerreros mirmidones junto a las fuerzas griegas.

Como la batalla se volvió contra los griegos, Néstor declaró que si Agamenón no hubiese enfadado a Aquiles, los troyanos no estarían ganando, y le pidió que lo aplacase. Agamenón accedió y envió a Odiseo y a otros dos jefes para ofrecer sus disculpas a Aquiles pero este los rechazó tercamente y pidió a los griegos que navegaran de vuelta a casa como él estaba planeando hacer.

Los troyanos, dirigidos por Héctor, hicieron retroceder al ejército griego hasta las playas y asaltaron sus barcos. Con las fuerzas griegas al borde de la destrucción absoluta, Aquiles accedió a que Patroclo llevase a los mirmidones a la batalla, pero siguió negándose a luchar.

Patroclo logró repeler a los troyanos de las playas, pero murió a manos de Héctor antes de que lograsen asaltar realmente la ciudad de Troya.

Tras recibir la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles lloró sobre el cuerpo de su amigo. Aquiles regresó colérico al campo de batalla matando muchos hombres en busca de Héctor. Finalmente Aquiles encontró a su víctima y persiguió a Héctor alrededor de las murallas de Troya. Aquiles mató a Héctor clavándole la lanza en el cuello y para culminar su venganza ató el cuerpo a su carro y lo arrastró por el campo de batalla durante nueve días. Luego presidió los juegos funerarios en honor de Patroclo.

El padre de Héctor, fue a la tienda de Aquiles y lo convenció de que le permitiese celebrar los ritos funerarios de su hijo. Con este gesto, Aquiles finalmente depone su ira.

Como había predicho Héctor en su último aliento, su hermano menor Paris mató a Aquiles clavándole una flecha en el talón.

Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y se celebraron juegos funerarios. Más tarde, Filoctetes mató a Paris usando el enorme arco de Hércules.

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El Minotauro

Pintura del Minotauro

El Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Fue encerrado en un laberinto diseñado por el artesano Dédalo, hecho expresamente para retenerlo, ubicado probablemente en la ciudad de Cnosos en la isla de Creta.

La leyenda cuenta que el Minotauro sólo comía carne humana, es decir era antropófago y conforme crecía se volvía más salvaje.

Cuando la criatura se hizo incontrolable, Dédalo construyó el laberinto de Creta, una estructura gigantesca compuesta por cantidades incontables de pasillos que iban en distintas direcciones, entrecruzándose entre ellos, de los cuales sólo uno conducía al centro de la estructura, donde el Minotauro fue abandonado.

A la par que el laberinto encerraba al Minotauro, uno de los hijos de Minos, Androgeo, fue asesinado en Atenas después de una competición olímpica donde quedó campeón. El rey de Creta declaró la guerra a los atenienses. Minos atacó el territorio ateniense y, ayudado por la peste que azotó a los asediados, conquistó Megara e hizo rendir a Atenas.

La victoria de Minos imponía varias condiciones por la rendición, y se dice que el oráculo de Delfos fue quien aconsejó a los atenienses ofrecer un tributo a Creta. Así, una de las condiciones era entregar siete jóvenes y siete doncellas como sacrificio para el Minotauro. Los catorce jóvenes eran enviados anualmente y eran internados en el laberinto donde vagaban perdidos durante días hasta encontrarse con la bestia, sirviéndole de alimento.

Años después de impuesto el castigo a los atenienses, Teseo, hijo de Egeo, se dispuso a matar al Minotauro y así liberar a su patria de Minos y su condena.

Era la tercera vez que catorce jóvenes atenienses, siete muchachos y siete muchachas, iban a ser sacrificados en favor de la bestia antropófaga cuando Teseo llegó a Creta, 18 años después de iniciado el terror del Minotauro.

Al llegar a Creta, los jóvenes fueron presentados a Minos. Teseo conoció entonces a Ariadna, hija del rey, quien se enamoró de él.

La princesa rogó a Teseo que no fuera a luchar contra el Minotauro, pues eso le llevaría a una muerte segura, pero Teseo la convenció de que él podía vencerlo.

Teseo lucha con el Minotauro

Ariadna, viendo la valentía del joven, se dispuso a ayudarlo, e ideó un plan que ayudaría a Teseo a encontrar la salida del laberinto en caso de que derrotara a la bestia.

En realidad ese plan fue solicitado por parte de Ariadna a Dédalo, quien se las había ingeniado para construir el laberinto de tal manera que la única salida fuera usar un ovillo de hilo, el cual Ariadna le entregó para que, una vez que hubiera ingresado en el laberinto, atara un cabo del ovillo a la entrada. Así, a medida que penetrara en el laberinto el hilo recordaría el camino y, una vez que hubiera matado al Minotauro, lo enrollaría y encontraría la salida.

Teseo recorrió el laberinto hasta que se encontró con el Minotauro, lo mató y para salir de él, siguió de vuelta el hilo que Ariadna le había dado.

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El nudo gordiano

Alejandro Magno cortando el nudo gordiano

La leyenda griega del nudo gordiano cuenta que los habitantes de Frigia (actual Anatolia, Turquía) necesitaban elegir rey, por lo que consultaron al oráculo, respondiéndoles este que el nuevo rey vendría por la Puerta del Este acompañado de un cuervo que se posaría en su carro y que escogieran a este hombre como rey.

Este hombre fue Gordias, un labrador que tenía por toda riqueza su carreta y sus bueyes. Cuando le eligieron rey fundó la ciudad de Gordio y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo de Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado según cuenta la leyenda que nadie lo podía soltar, y que el que lo consiguiese conquistaría toda Asia.

Divisa de Fernando el Católico alusiva al mito del nudo gordiano.

Cuando Alejandro Magno (356–323 a. C.) se dirigía a conquistar el Imperio persa, en el 333 a. C., tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia, donde se enfrentó al reto de desatar el nudo. Solucionó el problema cortándolo con su espada. Esa noche hubo una tormenta de rayos que simbolizó, según Alejandro, que Zeus estaba de acuerdo con la solución, y dijo: «tanto monta cortar como desatar» ('da lo mismo cortarlo que desatarlo').

El término "nudo gordiano" ha permanecido en el lenguaje para dar nombre a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil solución o desenlace.

"Cortar el nudo gordiano" significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema, es decir, que descubriendo la esencia del problema, podremos revelar todas sus implicaciones.

El lema personal del rey Fernando el Católico, «Tanto monta», hace alusión a este nudo que «tanto monta cortar como desatar».

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Guillermo Tell

Guillermo Tell era un habitante de Bürglen (pueblo del cantón suizo de Uri), ballestero, famoso por su puntería, de finales del siglo XIII y principios del XIV. En aquella época, la Casa de Habsburgo había conquistado recientemente algunos cantones suizos en su intento de conseguir ampliar sus posesiones entre el alto Rin y el Tirol.

Introdujo dos flechan en su ballesta
Cierto día en el que Guillermo Tell pasaba por la plaza mayor de Altdorf acompañado por su hijo, rehusó inclinarse en señal de respeto ante el sombrero instalado en la plaza simbolizando al rey de la Casa de Habsburgo. Ante esta muestra de rebeldía contra su legítimo señor, el gobernador de Altdorf, Hermann Gessler, un individuo colérico y sanguinario, detuvo a Guillermo Tell. Habiendo llegado a sus oídos noticia de su fama como ballestero, le obligó a disparar su ballesta contra una manzana colocada sobre la cabeza de su propio hijo, el cual se hallaba a 80 pasos de distancia. Si Tell acertaba, sería librado de cualquier cargo. Si no lo hacía, sería condenado a muerte.
Consiguió acertar en la manzana sin herir a su hijo
Tell intentó en vano que Gessler cambiara su castigo, de modo que introdujo dos flechan en su ballesta, apuntó y gracias a su habilidad como ballestero consiguió acertar en la manzana sin herir a su hijo. Al preguntarle el gobernador por la razón de la segunda flecha, Guillermo Tell le contestó que estaba dirigida al corazón del malvado gobernador en el caso de que la primera hubiera herido a su hijo.

Enfurecido por la respuesta, volvió a detenerlo y mandó que lo encarcelaran en el castillo de Küssnacht.

En el camino al castillo, a través del lago de los Cuatro Cantones, estalló durante la travesía una tormenta que a punto estuvo de echar a pique la nave. Tell, desatado por los guardianes para que pudiera llevarlos a tierra, se hizo con el control del barco y logró llevarlos a la orilla, salvando así su vida y la de los demás ocupantes de la barca, entre los que se encontraba el propio Gessler.

Una ballesta

Apenas desembarcado, Guillermo Tell huyó, tendiendo poco después una emboscada al gobernador matándolo con su segunda flecha. Este hecho dio comienzo a la sublevación de los cantones suizos de UriDesam, Schwyz y Unterwalden contra el rey de los Habsburgo, convirtiéndose en un mito fundamental en la lucha de Suiza por su independencia.

Vocabulario

  • Cantón: en Suiza son las divisiones territoriales que unidas forman el país. Como las Comunidades Autónomas de España o las Provincias de la Argentina.
  • Ballestero: persona que sabe usar el arma llamada ballesta. La ballesta se usa actualmente para la caza y en la Edad Media también se usaba para la guerra.
  • Colérica: persona que se enfada fácilmente y reacciona con agresividad.

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El Cid

Retrato de el Cid

Rodrigo Díaz fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propio ejército el Levante de la península ibérica a finales del siglo XI. Consiguió conquistar Valencia a los musulmanes y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte; su esposa Jimena Díaz lo heredó y mantuvo hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio musulmán.

Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista. Ha pasado a la posteridad como el Campeador (‘experto en batallas campales’) o el Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, ‘señor’).

Rodrigo Díaz nació en Vivar, una pequeña aldea cerca de la ciudad de Burgos, la capital del Reino de Castilla. Muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir.

Combatió con Sancho en la guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por reunificarlo.

Torneo

Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho se adueñó de León y de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León. Quizá en estas campañas ganara Rodrigo Díaz el sobrenombre de «Campeador», es decir, guerrero en batallas a campo abierto.

Tras el acceso de Sancho al trono leonés, parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Con la ayuda de Rodrigo Díaz el rey sitió la ciudad, pero murió asesinado —según cuenta una extendida tradición— por el noble zamorano Bellido Dolfos.

La leyenda

La jura de santa Gadea

A partir de aquí, este escrito es una leyenda, por lo que se mezclan en él hechos históricos y otros que son legendarios, es decir no considerados ciertos sino inventados por los narradores de la época medieval para ensalzar las hazañas de los héroes.

El Cid hizo jurar al rey Alfonso VI que no había tomado parte en la muerte de su hermano Sancho. Se lo hizo jurar tres veces, no una sola.

El rey muy enfadado con Rodrigo por esta jura tan fuerte lo desterró de Castilla, mandando que nadie le diese posada ni alimentos. Su esposa y sus hijas quedaron al cuidado del abad don Sancho y él con muchos de los caballeros de su ejército, su espada Tizona y montado en su caballo Babieca, marchó hacia tierras de Valencia, que estaban en poder de los musulmanes y tras muchas batallas heroicas la conquistó.

Para hacer las paces con el rey Alfonso VI le envía como regalo más de cien caballos de los mejores y le ofrece también todas las tierras que ha conquistado como muestra de amistad. También le pide permiso para que su esposa y sus hijas puedan viajar a reunirse con él. El rey acepta y la familia, por fin, se reúne en Valencia.

El Cid en su última batalla

Los infantes de Carrión piden la mano de las hijas del Cid y este acepta.

Cuando llegan a Valencia los infantes dan muestras de cobardía al no querer enfrentarse a los musulmanes quienes sitiaban la ciudad y quedan en ridículo delante de todos al asustarse de un león amaestrado que el Cid coge del cuello y lleva hasta su jaula.

Tumba del Cid en la catedral de Burgos

Por todos estos acontecimientos los infantes piden llevarse a las hijas del Cid a Castilla para casarse allí con ellas, pero en realidad pretendían vengarse del Cid y en un robledal llamado de Corpes, azotan a las hijas y las dejan allí abandonadas, siendo socorridas por un caballero del séquito de los infantes que era primo del Cid.

Rodrigo al enterarse de la afrenta, reta a duelo a los infantes y les gana. Las hijas, doña Elvira y doña Sol se casan con los infantes de Navarra y Aragón.

El Cid murió de unas fiebres muy altas en la ciudad de Valencia y cuentan que estando los musulmanes en batalla contra los cristianos y perdiendo estos la batalla montaron al Cid en un caballo, lo ataron a la silla y al verlo, los musulmanes echaron a correr aterrorizados, ganando así la batalla el Cid después de muerto.

Sus restos, junto con los de su esposa, Jimena, están enterrados en la Catedral de Burgos.

El Dorado

La balsa muisca es una figura artística de orfebrería precolombina votiva. La figura hace alusión a la ceremonia de la leyenda de El Dorado. Fue hallada por tres campesinos a principios de 1856 en una cueva en Pasca (Cundinamarca).

El Dorado es un legendario reino o ciudad, supuestamente ubicado en el territorio del antiguo Virreinato de Nueva Granada, en una zona donde se creía que existían abundantes minas de oro.

La leyenda se origina en el siglo XVI, en Quito (Ecuador), cuando los conquistadores españoles tienen noticias de una ceremonia realizada más al norte (Altiplano Cundiboyacense), donde un rey se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada.

Los indios contaban una historia fabulosa sobre tesoros, como quizá nunca los soñara la imaginación más fecunda. En la historia sobresalía, la fantástica ceremonia del cacique, durante la cual, desnudo y cubierto su cuerpo de fino oro en polvo, lanzaba al agua hermosísimas ofrendas en oro y esmeralda, que arrojaba al fondo de la laguna como tributo a la diosa tutelar de su pueblo, que allí moraba.

Referían, también, cómo, después de las sagradas ofrendas, el cacique se sumergía en el agua, despojándose, así, del oro que cubría su cuerpo. Esta ceremonia, o rito, según los indígenas, se repetía con alguna frecuencia.

La historia fue suficiente para despertar en el aventurero conquistador Sebastián de Belalcázar, toda su codicia, toda su ambición, la que se convirtió, para él, en verdadera obsesión. Deseaba conquistar esta tierra fabulosa que le daría inmensas riquezas y, con ellas, poder y posición.

Esta noticia era la que le llevaría al poder y la gloria. Sin embargo, le asaltó el temor de que la leyenda llegase a oídos de otros conquistadores, tan ambiciosos como él, y que se le adelantasen en la empresa. O, quizá, uno de sus superiores, como el mismo Pizarro, al saber de tan fabulosas riquezas, quisiera llevar a cabo la conquista para su exclusivo engrandecimiento.

Esta idea no le dejaba en paz, ni le daba sosiego. Un día tuvo una idea para que nadie se enterase de sus planes de conquista.

Convino con sus allegados, con quienes compartía el secreto de la leyenda y quienes, seguramente, lo acompañarían en la aventura, que, al hablar de los planes que tenían para la conquista, y al referirse a la tierra donde existían tantas riquezas, siempre se hablase de ella como la de “el Dorado”.

En esta forma no se correría el riesgo de que alguien supiese de los fabulosos tesoros, ni dónde estaban ocultos. Fue así como nació el nombre de esta extraordinaria leyenda.

Ahora bien, cuando Sebastián de Belalcázar llegó a la tierra de “El Dorado”, ésta ya había sido conquistada por Gonzalo Jiménez de Quesada — quien había sentado reales en sus vecindades y fundara a Santa Fe de Bogotá - y la leyenda de los ritos en la laguna se estaba difundiendo, como pólvora, entre los conquistadores.

Pero no sólo esta fantástica historia llegaba a oídos de los ambiciosos aventureros ibéricos, sino, también, de las innumerables ofrendas que se hacían en otras lagunas y remansos destinados para hacer ofrecimientos a las divinidades tutelares. Estas ofrendas eran, casi siempre, en figuras de oro puro y esmeraldas.

Las noticias de estas ceremonias, de estos rituales en las lagunas y ríos sagrados, volaron a todos los confines de España y, de ahí, a todos los rincones de la tierra. “El Dorado” era, así, un sinónimo de riqueza, de fabulosos tesoros, de una tierra de promisión, América.

Fuente

San Jorge y el Dragón

San Jorge

La leyenda de San Jorge y el Dragón cuenta que un dragón hizo un nido en la fuente que proveía de agua a una ciudad. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar diariamente al dragón de la fuente para conseguir agua. Así que ofrecían diariamente un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa hija de los reyes de aquel reino.

Cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, apareció San Jorge a caballo, se enfrentó con el dragón, lo mató atravesándolo con su lanza y salvó a la princesa. Los agradecidos ciudadanos abandonaron el paganismo y abrazaron el cristianismo.

  • Iconografía
La bandera de Inglaterra es una cruz de San Jorge.

San Jorge se suele representar a caballo, habitualmente blanco, vestido al modo militar medieval, con palma, lanza, espada y escudo. Era el portaestandarte vencedor, el caballero campeón de dragones, con el símbolo de la maldad a sus pies. Era el caballero de la madre de Dios, María, equivalente en la tierra de San Miguel Arcángel (del que se distingue porque este último suele representarse con alas).

Los «colores de San Jorge» (o lo que se llama más habitualmente la «Cruz de San Jorge») es una bandera blanca con una cruz roja cuyos brazos llegan hasta los extremos. Se puede ver a menudo en el escudo de San Jorge en cuadros y otras representaciones. También se ha adaptado en las diferentes entidades de las que es patrono, como la bandera de Inglaterra, la de Georgia, etc.

Fuente

El Monte de las Ánimas

Ermita de San Saturio en Soria

Esta leyenda ocurre en la ciudad de Soria y en el Monte de las Ánimas, un monte cercano a la ciudad que en tiempos antiguos perteneció a los caballeros Templarios que habían sido llamados por el rey para defender la ciudad de los moros en tiempos de la Reconquista.

Estos caballeros habían construido allí un monasterio en el que vivían y una iglesia. Los nobles de la ciudad estaban descontentos por el poderío de los monjes-caballeros y en algún momento pelearon entre ellos y los cuerpos de los que murieron quedaron bajo los escombros de la iglesia que fue destruida y quemada.

Ruinas en el monte

También cuenta la leyenda que en la noche de todos los Santos se oye doblar sola la campana de la iglesia y las ánimas de los muertos corren envueltas en jirones de sus sudarios en una batalla fantástica entre las rocas y los zarzales. Los lobos aúllan, los ciervos braman espantados, las culebras lanzan silbidos espeluznantes y a la mañana siguiente se ven en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Así pues nadie quería estar esa noche en el monte.

Beatriz y Alonso

Monasterio de San Juan de Duero en Soria, cercano al lugar donde pudo ocurrir la acción de la leyenda
Así pudo ser el ataque de los lobos al caballero.

Beatriz está en casa de su primo Alonso para reponerse de una enfermedad y ya se encuentra bien por lo que pronto volverá a su tierra. La noche de todos los Santos, después de cenar, Alonso le regala un anillo para que no se olvide de él cuando esté en su tierra. Al mismo tiempo, Beatriz quiere regalarle algo a su primo y se acuerda de su banda de seda azul que esa mañana ha llevado en la cacería que ha tenido lugar en el Monte de las Ánimas. Entonces se da cuenta de que ha perdido la banda en el monte pues no la encuentra por ningún sitio y le pide a Alonso que vuelva esa noche al monte a buscar la banda.

Alonso tiene miedo, aunque es un gran cazador y nada miedoso, pero esa noche no se atreve a volver al monte por los espantos que se dice que ocurren allí esa misma noche.

Pero Alonso venciendo al miedo tomó su caballo y en medio de la noche se dirigió al monte en busca de la banda.

Dieron las doce y Beatriz sintió el doblar de una campana y como un susurro de su nombre, lo que la hizo despertarse sobresaltada. Alonso no había vuelto aun, ya habían pasado tres horas, cuando el viaje podía hacerse en una hora. Oía unas pisadas en la alfombra de su habitación, ladridos de perros, ruidos en las puertas de la casa y no pudiendo más lanzó un grito y se tapó la cabeza con las mantas.

Pasó la noche sin dormir, oyendo las campanas de las iglesias de Soria doblar por los difuntos y el agua golpear en los cristales. Alonso no había vuelto.

Cuando amaneció vio que sobre su mesilla estaba su banda azul ensangrentada y en ese momento vinieron a decirle que Alonso había sido devorado por los lobos en el Monte de las Ánimas.

Fuente

  1. Ilíada, Canto [1]