Guía Joven/Los pilares

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La guía se basa en cuatro pilares que sustentan y orientan la intencionalidad de todas las fichas. Aunque cada ficha representa un tema diferente y tiene su propia autonomía, la base conceptual que une todas las fichas es el fomento de la participación, la educación, la proximidad territorial y la inclusión.

La participación juvenil

La dinamización juvenil es una forma de intervención socioeducativa que permite fomentar la participación y el empoderamiento de la gente joven desde la propia acción, a través de la realización de actuaciones que impliquen al tejido juvenil. El diálogo cotidiano con la gente joven que aporta el día a día de un equipamiento juvenil o la proximidad de un proyecto de dinamización debe servir para construir puentes que incrementen la capacidad de incidencia de los jóvenes en las cuestiones que les interesan y les afectan, a fin de ofrecer más protagonismo a la gente joven en las políticas públicas y en la transformación de la sociedad. Desde el convencimiento de que la participación es un derecho, la dinamización juvenil facilita escenarios ideales para consolidar este derecho. Fundamentalmente, para poder participar hay que tener las habilidades para hacerlo; a través de la dinamización, se puede profundizar en el aprendizaje de la participación: saber qué es participar, cómo hacerlo y cuáles son las actitudes necesarias. Más allá del consumo de actividades, se puede promover que la gente joven se exprese, pueda formar parte de la toma de decisiones, desarrolle una capacidad crítica y asuma un papel más activo y corresponsable. Lo más relevante es conseguir este aprendizaje a partir de la práctica participativa, mediante la adaptación a los ritmos, las inquietudes y los lenguajes de la gente joven. Sin duda, el trabajo con personas jóvenes que se hace con la dinamización juvenil se debe planificar con una lógica de proceso, porque los resultados son difíciles de visualizar de un día para otro. Además, esta planificación debe ir acompañada de la flexibilidad necesaria para adaptarse a la realidad juvenil y su cotidianeidad. Al mismo tiempo, hay que tener presente que la participación es más vieja que Matusalén y que hay muchas maneras de ejercerla; por ello es imprescindible reconocer esta diversidad: que hay personas jóvenes activas en el territorio que hace tiempo que llevan a cabo acciones y actividades relacionadas con entidades o, de una manera más informal, a través de colectivos sociales y grupos de jóvenes. Por lo tanto, nunca se empieza de cero y es imprescindible valorar lo que ya se está haciendo para poder sumar esfuerzos. La dinamización juvenil debe servir también para visualizar estos espacios participativos existentes. Mediante la dinamización juvenil también se pueden abrir vías para trabajar con un abanico de gente joven más amplio y diverso, si se considera que "siempre son los mismos". La idea es que la Guía Joven también proporcione estrategias para involucrar a otros jóvenes, prestando especial atención a aquellos que se encuentran más lejos de los centros de decisión o que tienen menos posibilidades de incidir en las decisiones que les afectan, es lo que Soler i Martí. (2013) llama “la participación desde los márgenes”. En definitiva, la dinamización que tiene cabida en esta Guía es aquella que fomenta la capacitación y la cohesión de las personas jóvenes para que desarrollen su proyecto personal y/o colectivo, que tengan la oportunidad de ser personas activas y comprometidas con su entorno.


La educación

El sentido pedagógico de la dinamización social se basa en reconocer que la gente joven es más que una caja vacía que hay que llenar de contenidos, o una figura desviada del camino que hay que "educar". En este sentido, los materiales de esta Guía consideran que el o la joven es un sujeto activo en su propio desarrollo personal y comunitario. La vertiente educativa de la intervención aporta a cada persona joven la posibilidad de incrementar la formación para su desarrollo como miembro de la comunidad y facilitar su papel como agente que participa de los procesos de cambio social. En palabras de Violeta Núñez, el trabajo educativo se convierte en una herramienta para que las personas jóvenes se sientan parte activa de la sociedad y tomen también su parte, la que les corresponde, como sujetos de derechos y deberes. En este sentido, la misma autora nos invita a percibir la educación social como el antidestino: independientemente del lugar predestinado para llegar, la idea es facilitar confianza a la gente joven para iniciar los caminos que sirvan para impulsar sus trayectos vitales, para intentarlo al menos. Por ello es importante que cualquier actuación que se lleve a cabo tenga una estrategia educativa detrás, que sirva para facilitar espacios, herramientas y recursos para la trayectoria vital de las personas jóvenes, que potencien sus inquietudes y lo que ya están llevando a cabo por sí mismas y generen nuevas oportunidades para aprender. Muchas actuaciones podrán ser la excusa ideal para trabajar valores, actitudes, habilidades, aprendizajes múltiples... Por eso vale la pena que esta actuación forme parte de una planificación con más miras que la acción en sí misma. El planteamiento de esta Guía se centra, sobre todo, en el ámbito de la pedagogía social. El trabajo que se puede llevar a cabo desde los equipamientos juveniles, el espacio público o los proyectos concretos y las actividades, facilita la oportunidad para desarrollar una tarea socioeducativa más cercana y diaria con la gente joven, mediante espacios sociales y actividades más lúdicas. Con la dinamización juvenil se generan una serie de complicidades que pueden convertirse en el marco ideal para el aprendizaje y el empoderamiento. En general, se trata de buscar la forma de implicar a la gente joven en su entorno, hacerla más libre, más autónoma y con capacidad crítica, para convertirse en protagonistas de la realidad que les rodea y les afecta. La educación, por tanto, se convierte en doblemente fundamental como herramienta de transformación individual de la persona joven y como herramienta de transformación colectiva de los contextos donde conviven estos jóvenes.


La inclusión

Según la Enquesta de participació i política 2011, hay unos factores individuales que influyen en que la gente joven no participe de manera más activa. Estos son: la posición individual en la estructura social, la edad y las actitudes y los valores. •El primer factor que se debe tener en cuenta son las variables como el nivel educativo, los ingresos o la categoría profesional (Verba, Shlozman y Brady, 1995), que se relacionan con la implicación y la participación política de los individuos. Si prestamos atención a estos elementos observamos que cuanto más alto es el posicionamiento en la estructura social, más activa es la participación. Hay que tener en cuenta que esta posición social está muy condicionada por la posición de la familia de origen. Esto quiere decir que el nivel socioeconómico de un individuo está condicionado por el estatus de su familia de origen. En el caso de la gente joven es aún más determinante este factor, porque ha tenido menos tiempo para desarrollar su trayectoria vital fuera del ámbito familiar. •El segundo factor que se relaciona con los elementos que favorecen la participación es la edad. A medida que el individuo va creciendo va adquiriendo más competencias que favorecen el compromiso social y la participación. •Y el último factor, las actitudes y los valores, es lo que se va adquiriendo a través de la educación. Por lo tanto, se debe velar por garantizar el acceso a la educación en participación y luchar contra las desigualdades individuales que genera el sistema. La Administración tiene que pensar en mecanismos que ayuden a disminuir estas desigualdades y debe incorporar a los jóvenes de perfil social menos participativo en los espacios de participación y en el tejido asociativo. Para ello debe proporcionar la formación y la capacitación para saber participar. La participación debe ser inclusiva para considerarse participación. Y el hecho de fomentar la participación para transformar, como sugiere el modelo de inclusión, aporta valores como la cohesión social, la igualdad de acceso de oportunidades, la corresponsabilidad, etc. Hay que apostar por la promoción de espacios y de encuentros entre personas diversas en torno a proyectos comunes, para fomentar la convivencia, la cohesión social y generar el sentimiento de pertenencia. Por ejemplo, a la hora de programar actividades específicas, hay que pensarlas con un objetivo claro de interacción de los diferentes perfiles de jóvenes, sea cual sea su origen, nacionalidad, sexo, religión y condición económica. Hay que diseñar servicios y recursos que tengan en cuenta la diversidad, la igualdad de accesibilidad y también las barreras y los obstáculos de la población juvenil. En resumen, la estrategia de intervención, desde la dinamización juvenil, debe ser para transformar y las políticas a aplicar deben ser inclusivas. De esta manera se conseguirá que, a partir del fomento de la participación, el protagonismo de la gente y la igualdad de oportunidades, se pueda incidir en la transformación de la comunidad. De ahí la importancia que la inclusión no sea un fin, sino una mejora de la calidad de la democracia participativa.


El territorio

Para trabajar temas de dinamización juvenil hay que tener en cuenta la diversidad de cada una de las realidades territoriales. No hay recetas que sirvan igual para todos, por eso hay que buscar respuestas a las problemáticas y las necesidades, de manera integral, teniendo en cuenta los agentes de cada territorio. Para fomentar la participación de la gente joven en los proyectos del área de juventud, la Administración debe desarrollar su acción en un contexto complejo y diverso, donde conviven una gran pluralidad de agentes, y debe favorecer que los diferentes agentes se interrelacionen entre sí, superen los modelos más burocráticos y gerencialistas de la gestión pública de manera horizontal, y se adapten a las nuevas problemáticas y maneras de hacer. Esta tercera vía es el modelo de gobernanza (o relacional). En el modelo de gobernanza, la posición de los poderes públicos no pretende ser de autoridad ni de imposición de las decisiones, sino de promoción de la ciudadanía, que es quien debe tomar el protagonismo de forma cooperativa y asumir un rol de colideraje. Este tipo de gobernanza se centra en eliminar estructuras rígidas y jerárquicas, más clásicas, de un modelo tradicional que se caracteriza por una falta de capacidad de adaptación a una sociedad compleja y constantemente cambiante. Por ello el gobierno relacional apuesta por unas instituciones públicas que quieran cambiar este funcionamiento, que consideran totalmente obsoleto, y que vean necesarios unos mecanismos de democracia directa que faciliten la participación de los jóvenes y que mejoren la interacción constante con la ciudadanía para superar, de este modo, las formas de gobernabilidad tradicionales. Actualmente, constatamos la existencia de tres modelos de gestión dentro de la Administración: el modelo burocrático, el gerencial y el relacional. Si queremos apostar por la adaptación de las herramientas en función del territorio y de su diversidad implícita, debemos apostar por un modelo de gobernanza o relacional, dado que es el único que proporciona las herramientas necesarias para favorecer la participación de la gente joven y tiene en cuenta la complejidad social de cada lugar. El concepto de gobernanza se basa en tres ideas básicas (Blanco, Gomà: 2004)[1]: •Reconocimiento, aceptación e integración de la complejidad social: se necesitan nuevas formas de gobernar para hacer frente a nuevos problemas y contextos complejos, dado que el punto de partida de la sociedad ha cambiado. •Integración de los diversos actores: hay que articular la red de diferentes y múltiples actores para gestionar los conflictos sociales. Hay que corresponsabilizarse y fomentar la toma de decisiones de los temas que les afectan. •Nueva posición de los poderes públicos en los procesos de Gobierno: es necesario que el Gobierno fundamente el liderazgo social.

Las herramientas de la guía permiten desarrollar estas formas de gobierno relacional más interactivas, pero teniendo en cuenta que cada municipio debe adaptarlas a su contexto territorial y social. Algunas de estas herramientas, recogidas en las fichas, que pueden servir para conseguir un gobierno más relacional son: la participación, el trabajo en red, el conocimiento de la realidad o el trabajo comunitario.