Psicología Social de la Comunicación/La construcción de la subjetividad y la teoría queer/Subjetividad

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Caidos en la ciudad

SUBJETIVIDAD[editar]

INTRODUCCIÓN[editar]

La Psicología Social dominante ha centrado sus estudios en los llamados procesos psicológicos universales, al margen de la realidad social e histórica en la que se insertan; apostando así por la dicotomía tradicional que separa individuo y sociedad. Esta dicotomía comienza a fragmentarse en los 70, a partir de la crisis del pensamiento moderno que incorpora una visión histórica tanto hacia el conocimiento como al sujeto que conoce, reflexionando acerca del conocimiento producido así como del individuo de carácter esencial que se construye (Braidotti, citado por Gómez, 2003).

Los construccionismos sociales, en representación de las modernas tendencias teóricas que más repercusión han tenido en las últimas décadas, enfatizan el papel fundamental que lo lingüístico tiene en la construcción de nuestra subjetividad, que si bien incluyen tanto la comunicación con los otros como la reflexión sobre nosotros mismos, obvia el contexto histórico y cultural en el que se da, lo que excluye las relaciones de poder que desde una perspectiva histórica se consideran responsables de los procesos de formación y transformación de las subjetividades individuales y colectivas.

Entendiendo la identidad producto histórico y cultural, autores como Bauman sostienen que en las sociedades industriales avanzadas los sujetos tienden a experimentarse como totalmente autónomos e independientes; quedaría pendiente conocer los procesos que contribuyen a esta construcción, sin olvidar el papel que juega la disciplina psicológica en tanto que productora de conocimiento.


SUBJETIVIDAD[editar]

El concepto subjetividad hace referencia a “el modo en que nos pensamos y relacionamos con nosotros mismos en un determinado momento histórico” (Gómez, 2003). La perspectiva foucaultiana explora la construcción histórica de la subjetividad a partir de prácticas sociales (poder) y epistémicas (saber), una subjetividad que deja de ser esencial para convertirse en la construcción casual de dichas prácticas históricas discursivas y no discursivas, si bien la relación entre prácticas de saber, prácticas de poder y modos de subjetividad varía históricamente.

SUBJETIVACIÓN[editar]

Foucault (1979a en Gómez, 2003) afirma que “somos prisioneros de ciertas concepciones de nosotros mismos y de nuestra conducta”.La subjetivación es el término que se utiliza para referirse al proceso por el cual nos convertimos en sujetos, es decir, la constitución de nuestra subjetividad.

Un ejemplo gracioso que refleja la afirmación de Focault lo encontramos en el anuncio de una chocolatina que muestra cómo dos hombres que sin querer han acabado juntando sus labios sienten amenazada su heterosexualidad y para reafirmarla realizan un acto que ellos consideran masculino. Otro ejemplo lo encontraríamos en un anuncio de una marca de hamburguesas donde se exageran los prototipos sobre la masculinidad. “Hombre come como un hombre”.

Foucault (1984b: 706 en Gómez, 2003) defiende que no hay una forma universal de sujeto que pueda ser definida con independencia de las condiciones históricas en la que se conforma, pues la subjetividad “no es más que una de las posibilidades dadas de organización de una conciencia de sí”. Asimismo, en los diferentes ámbitos donde sucede el entramado de relaciones sociales estamos expuestos a heterogéneos procesos que nos configuran como cierto tipo de sujetos a partir de distintas prácticas.

SUBJETIVIDAD IDENTITARIA[editar]

La subjetividad identitaria es la construcción como sujeto que se produce en el seno de la cultura de las democracias liberales, avanzadas o neoliberales; ésta se caracteriza por ser universal, estable, unificada, interiorizada, individualizada, psicologizada, autónoma, independiente y libre para elegir.

El modo en que nos pensamos y nos relacionamos con nosotros mismos en este caso supone una experiencia de internalidad, lo que implica la convicción de que el origen de lo que hacemos y nos sucede está en nosotros mismos.

La idea de una subjetividad esencialista es una evidencia incuestionable, en esta cultura neoliberal, claro; forma parte de nuestro sentido común. Los saberes psicológicos ofrecen, sostienen y legitiman determinadas teleologías que permiten a los sujetos vincularse a un proyecto de identidad y de “estilo de vida” en el que la existencia adquiere sentido en la medida en que puedan ser construidas como producto de una elección personal.

En la actualidad uno de los ámbitos de acción de la psicología es el de la promoción de conductas saludables, que en numerosas ocasiones se enfoca desde la perspectiva de la prevención. Nos podemos preguntar cómo se aborda la prevención de enfermedades de transmisión sexual; encontramos un ejemplo en el Portal de salud de la comunidad de Madrid que presenta una campaña de prevención de ETS, donde el submenú dice “Mi estilo de vida. Mi sexualidad”. La prevención se desarrolla a partir de textos informativos acerca de los distintos métodos anticonceptivos si bien se invoca a “la autonomía del joven o adolescente”. Cabe esperar que esta campaña de promoción del uso de métodos anticonceptivos tenga un éxito mayor que aquellas que no cesan de repetir un imperativo.

GENEALOGIA[editar]

Foucault considera que la forma de comprender el presente es mediante la historia, y es a través de ella que la investigación genealógica analiza cómo surgen los procesos, a qué intereses responden y que transformaciones sufren. Este mismo autor propone los ejes saber, poder y subjetividad como estrategias metodológicas, o “rejillas de análisis”, para explicar experiencias históricamente conformadas como es la sexualidad. En La Historia de la sexualidad (1976), Foucault argumenta que “el dispositivo de la sexualidad (prácticas de saber y poder) consiste en sostener que el sexo está reprimido pero sin dejar de hablar de él, obligados así a considerarlo una parte fundamental de nuestra identidad”. En este libro se critica la idea de que la sexualidad está reprimida por el poder, sustituyéndola por que la sexualidad está atravesada por la historia, no influida sino constituida por multitud de saberes y normas.

MODELO DE ANÁLISIS DE LOS PROCESOS DE SUBJETIVACIÓN[editar]

Con el propósito de comprender cómo se produce la construcción de la subjetividad se propone a partir de Foucault, (en Gómez, 2003) utilizar cinco ejes:

- Problematizaciones. Hace referencia tanto a las distintas formas por las que nos pensamos a nosotros mismos, en función de ciertas condiciones históricas, como al cuestionamiento de aquello que se presenta como evidente. A este respecto las investigaciones foucaultianas indican que la noción de normalidad surge a partir de la preocupación por ciertas conductas inusuales que se catalogan como amenaza. Desde esta perspectiva podría afirmarse que la homosexualidad en tanto que atenta contra la procreación representaría un peligro de extinción, lo que significa que no es normal y en consecuencia ha de evitarse.

Un claro ejemplo, de cómo ha sido problematizada la homosexualidad como algo natural y amenazante y cómo esta percepción ha podido cambiarse, viéndose actualmente como una elección y no una enfermedad, se hace visible en dos reportajes (el primero realizado por Informe Semanal y el segundo por Documentos TV) que muestran el cambio de imaginarios y discursos sobre la homosexualidad en España.

- Tecnologías. Prácticas discursivas o no discursivas destinadas a conformar al sujeto, y entre ellas las tecnologías del sí mismo, que “incluyen mecanismos de (auto)orientación o formas por las cuales los individuos se vivencian, comprenden, juzgan y se conducen a sí mismos”(Gómez, 2003). Una de estas tecnología podría ser el autocontrol que se autoimpone el sujeto respecto a determinadas conductas sexuales, es decir, que si se piensas como heterosexual desplegaras un conjunto de practicas completamente diferentes a si te considerases homosexual. La red se ha convertido en consultorio sobre nuestras dudas sexuales, así por ejemplo en la pagina de Terra accedemos a un espacio dedicado a sexo a partir del canal Mujer, en el apartado Pareja y Sexo se puede leer “¿Te has sorprendido alguna vez con lo que te han pedido que hicieras o que te dejaras hacer durante tus encuentros sexuales?”. En esta página se defiende que hoy en día se considera que todo vale siempre y cuadrado se respete al otro, lo que ocurre es que “todo” no termina de ser explicito y cada cual fija su contenido; nosotros mismos dirigimos nuestra conducta hacia lo que consideramos que es propio de nosotros.

Otro ejemplo de estas prácticas discursivas se visualiza en un anuncio de una bebida argentina se ve un grupo de chicos que ante los resultados de una estadística “Uno de cada diez argentinos es gay” se plantean que entonces, uno de ellos tiene que serlo. Se autoobservan y esconden aspectos físicos que se podrían asociar a la homosexualidad (pendientes, piernas cruzadas, calcetines rosas, etc.).

- Autoridades. Quien autoriza es porque ostenta el discurso de la verdad, ahora cabe preguntarse a quién o a quienes se les concede la capacidad de producir discursos que se consideran verdaderos sobre los sujetos y todo aquello que les afecta. Los medios de comunicación son en nuestros días productores de verdad, lo que les convierte en referencia de primera mano en la construcción de identidades en tanto que generan saberes y permiten las relaciones de poder (Dittus, 2005). Enlazando con el apartado anterior podemos hacernos a la idea de la influencia que pueden páginas como la de Terra en la construcción de identidades.

- Teleologías. Prácticas que se ejercen sobre las personas y que ellas ejercen sobre si mismas y que posibilitan determinadas identidades en función de la defensa de unos ideales concretos. La máxima de autorrealización no olvida la sexualidad, de tal forma que experimentamos insatisfacción cuando no nuestras prácticas sexuales no se adecuan a aquello que daría sentido a nuestra existencia. Porque cómo una mujer puede sentirse mujer sin orgasmo o sin hijos, o cómo un hombre es hombre si no copula, y es más cómo es posible hablar de sexo sin hablar de penetración.

- Estrategias. Los modos por los que somos configurados como sujetos de un cierto tipo en tanto que parte de un determinado orden social, estamos constituidos políticamente. La forma en que nos pensamos y nos relacionamos con nosotros mismos responde a unos determinados intereses políticos, así todas y cada una de las prácticas desarrolladas por los miembros de una sociedad permiten mantener un orden. Las prácticas sexuales que con tanta frecuencia se entrelazan con el amor hacen posible hablar de familia, ahora independientemente del sexo de los fundadores se despliegan prácticas similares en vías de producir y reproducir lo que es una familia.

DECONSTRUCCIÓN[editar]

La naturalización de la realidad social nos hace pensar en el producto actual como aquello a lo que se tendía inevitablemente desde el principio, y esta concepción dificulta un análisis crítico de nuestro presente.

La perspectiva postestructuralista sostiene que “el dominio del conocimiento (saber) y el de la sociedad (relaciones de poder) se funden en un solo dominio de prácticas reguladoras y discursivas que se ejercen sobre su objeto (el individuo) y, en el proceso mismo de actuar sobre él, le dan realidad y le confieren una forma determinada” (Gómez, 2003). No se acepta la separación entre la realidad y el conocimiento de esa realidad, como tampoco se concibe un conocimiento o una subjetividad esencial independientes de los procesos sociales e históricos que constituyen a ambos. Esto significa que la razón por la que la crítica de la identidad moderna requiere de un análisis crítico del propio conocimiento psicológico radica en que éste conforma y define nuestra individualidad, en tanto que tecnología que es. No obstante, ha de tenerse en cuenta que la psicología se constituye en base a la ciencia, de forma que también habrá que reflexionar acerca de aquello que llamamos ciencia que tiene la función de generar conocimiento.

   a.Objetividad

El conocimiento representa la constatación de lo que “está en la realidad”, y en tales términos la verdad se entiende como aquello que ha de ser desvelado. Foucault (1975a: 693 en Gómez, 2003) crítica esta máxima de la práctica científica cuando declara que “existe una verdad que se puede decir y que se puede ver, una verdad que duerme puede ser, pero que espera nuestra mirada para aparecer, nuestra mano para ser desvelada; a nosotros para que encontremos la buena perspectiva, el ángulo conveniente, los instrumentos necesarios, pero, de todas maneras, ella está ahí”.

El “método científico” es el procedimiento que garantiza que el conocimiento sea objetivo, “independiente de sus condiciones y circunstancias de producción; liberado de los instrumentos utilizados, de las características del sujeto productor de conocimientos y del momento socio-histórico”. El sujeto-investigador y objeto-investigado se perciben como realidades independientes que “entran en contacto” en un determinado momento. Esta forma de producir verdad supone asumir una verdad de carácter absoluto porque está fuera de las prácticas humanas.

La Psicología Social como ciencia positiva, que es la psicología social académicamente dominante, ha participado de esta forma de generar conocimiento, de manera que justificándose en la “verdad científica" (Ibáñez, 1990b;1996a en Gómez Sánchez, 2003) ha anulado otras alternativas que no sean la investigación empírica siempre acompañada de la objetividad de sus datos cuantitativos, representando el único modo de legitimar una afirmación.

   b.El poder de la verdad

Los efectos de un discurso considerado científico consisten en que sus verdades están libres de cuestionamiento, de manera que si no hay replica posible han de ser aceptadas como tal provocando un efecto de sumisión. Esta concepción del conocimiento hace de la Psicología Social positivista una autoridad al entender que el conocimiento que produce es una evidencia de la realidad.

Frente a esta concepción del conocimiento como un proceso al margen del sujeto, las investigaciones foucaultianas muestran que el conocimiento no es universal sino producto del conglomerado sociocultural de un momento histórico. Esta crítica no se centra en la verdad del conocimiento producido desde la objetividad del método científico, sino que va más allá y se orienta hacia los efectos de poder que ejerce el discurso científico, teniendo el propósito de combatir la sumisión a la verdad científica.

Cada sociedad tiene su propio régimen de verdad, y en sociedades como las nuestras “la economía política de la verdad” se caracteriza por (1) estar localizada en el discurso científico y las instituciones que lo producen; (2) fundamentar la producción económica y el poder político; (3) ser objeto de una inmensa difusión y consumo (circulando a través de la educación o de los medios); (4) determinados aparatos políticos o económicos dominan su producción y transmisión (universidad, medios de comunicación, escritura,…); (5) despierta gran interés social y es objeto de debate político” (Foucault, 1977b en Gómez, 2003).

Así encontramos que la Universidad, como una gran máquina productora de verdad, genera conocimiento además de un determinado discurso científico que la fundamenta a si misma como depositaria de la verdad. Está tan íntimamente imbricada en la producción económica y política que resulta complicado diferenciar tanto sus objetivos como su actuación. Tal y como se ha mencionado, la sociedad considera que la Universidad es albacea de la verdad lo que conlleva que acudamos a ella tanto para conocer como para hacer que se conozca, porque en principio aquello (prácticas discursivas y no discursivas) que viaja a través de esta institución nadie duda que deba de ser verdad. Uno de los debates de actualidad es la discriminación sexual a la que se enfrenta la mujer en el ámbito universitario. En el artículo “Las mujeres y la universidad española: estructuras de dominación y disposiciones feminizadas en el profesorado universitario” (Arranz, 2004) se denuncia la situación de sumisión en la que se encuentran algunas personas por haberse construido como mujeres. Este texto invita recorrer el largo camino que supone cuestionar lo que se asume como obvio y natural en el ámbito universitario.

   c.Carácter performativo del conocimiento 

La crítica foucaultiana contribuye a evidenciar que cualquier discurso, y no queda al margen el científico, “no es espejo reproductor sino maquinaria productora” (Deleuze, 1986 en Gómez, 2003). La realidad psicológica es el resultado de “las categorías con las que solemos pensar, de las técnicas y procedimientos que utilizamos para evidenciarla, de las herramientas estadísticas y modos de prueba que utilizamos para justificarla” (Gómez, 2003); está construida a través de prácticas contingentes, sociales e históricas, dentro de una cultura.

En este sentido, los análisis históricos que lleva a cabo Foucault nos permiten comprender que los discursos psicológicos, en tanto que tecnologías de gobierno, no distorsionan la subjetividad ni la reprimen sino que la configuran; “moldeando deseos, aspiraciones e insatisfacciones, buscando maximizar las capacidades intelectuales, promoviendo prácticas de introspección y autoconciencia”(Gómez, 2003). En este sentido el conocimiento que produce la Psicología Social contribuye a la construcción de nuestras subjetividades.


SOCIEDADES DISCIPLINARIAS Y SOCIEDADES DE CONTROL[editar]

Gilles Deleuze, retomando los análisis de Foucault sobre las Sociedades Disciplinarias, ha examinado el desarrollo del nuevo régimen de dominación, el de las Sociedades de Control, típico de las sociedades de racionalidades neoliberales. Las sociedades disciplinarias características de nuestro pasado inmediato están siendo sustituidas por las sociedades de control, pero en cierta manera, hay aspectos que coexisten. Por ello, habrá que tener en cuenta las tecnologías de gobierno (procedimientos prácticos que pretenden conformar, normalizar, guiar, instrumentalizar, modelar las ambiciones, aspiraciones, pensamientos y acciones de los sujetos a efectos de lograr los fines que se consideran deseables). Estas tecnologías se distinguen por constituir racionalidades de gobierno distintas, que en función del tipo de sociedad, producen subjetividades diferentes en relación con unos determinados saberes.

En las sociedades disciplinarias los procesos de individualización se realizan, a partir de un marco de comparación y juicio que Foucault denomina “la norma”; ésta, no juzga las acciones de los individuos, sino la totalidad de su existencia según un patrón de distribución complejo y variable. En cambio, las contemporáneas sociedades de control suponen un nuevo régimen de dominación consistente en el despliegue de numerosas tecnologías contradictorias que conforman al individuo; Operando al “aire libre” y no en instituciones cerradas, en las sociedades de control, el poder pierde el rostro y el gobierno de la subjetividad se lleva a cabo apelando precisamente a la libertad de los sujetos: el sujeto es libre y autónomo; y es un participante activo de su vida (Dean, 1999; Rose, 1999 en Gómez, 2003)).

Las tecnologías contradictorias que forman al individuo ya no actúan en instituciones cerradas sino en el espacio. Un ejemplo de este hecho es el consumismo, que precisamente apela a la libertad del individuo para consumir de manera activa y voluntaria. Los consumidores se ven seducidos por el mercado, y buscan continuamente esa seducción, por lo que les (¿nos?) es imposible vivir de cualquier otra manera. “Esta obligación se les presenta como un libre ejercicio de voluntad. El mercado puede haberlos preparado para ser consumidores al impedirles desoïr las tentaciones ofrecidas; pero en cada nueva visita al mercado tendrán, otra vez, la entera sensación de que son ellos los que mandan, juzgan, critican y eligen”. (Bauman, 1998)

Las tecnologías no se despliegan desde la coerción sino a través de la persuasión que está inherente en las verdades, de las ansiedades estimuladas por sus normas y de las atracciones ejercidas por las imágenes de vida y del yo que ofrecen. Su poder tiende a instalarse en el terreno de lo considerado tradicionalmente como privado: el cuerpo, la sexualidad, las relaciones afectivas, las motivaciones, los deseos... Así que el tipo de subjetividad que producen las sociedades de control, mediante las tecnologías de gobierno, se verà enmascarado por dos principios, la libertad del individuo, y la capacidad de optimización, por la que siempre se aspira a ser algo mejor de lo que se es.

La libertad[editar]

“En las sociedades de control el poder se repliega porque circula a través del individuo que ha constituido (Deleuze, 1995 en Gómez, 2003). La autonomía personal no es la antítesis del poder político sino aquello que lo fundamenta. Ya que las redes de poder se instalan en los cuerpos siguiendo tácticas sutiles que no rompan el convencimiento de que se está actuando libremente.

“Los antiguos métodos para el control social perturbarían las funciones del consumidor y resultarían desastrosos en una sociedad organizada sobre el deseo y la elección. (...) La idea misma de una regulación formativa (...) ¿es cosa del pasado? A pesar de haber resultado esencial para poner a trabajar a la gente (...) el propósito de una norma es usar el libre albedrío para limitar o eliminar la libertad de elección, cerrando o dejando fuera todas las posibilidades menos una: la ordenada por la norma. Pero el efecto colateral producido por la supresión de la elección equivaldría a matar al consumidor que hay en todo ser humano. Sería el desastre más terrible que pudiera pasarle a esta sociedad (...)” (Bauman, 1998).

“El sujeto es permanentemente estimulado a responsabilizarse, a ser activo y a tomar su destino en sus propias manos” (Osborne y Gaebler, 1993 en Gómez, 2003)). Las subjetividades son configuradas de tal forma que ellas mismas generan una autodisciplina interna. Solo basta pensar en las ciencias y disciplinas psicológicas: las prácticas y teorías psicológicas que en nuestro presente son importantes en la regulación social (psicologías sociales, las psicoterapias, el psicoanálisis, las terapias familiares) no son las que tratan al individuo como un ser aislado al que hay que disciplinar sino que (i) enfatizan la subjetividad, (ii) conciben al sujeto de gobierno como ciudadano libre, con motivaciones y deseos personales e insertado en una red de relaciones dinámicas y (iii) se apoyan en técnicas de autoinspección y autorrectificación de uso generalizado, que apuntalan el camino para que cada subjetividad cuadre conectada con las redes de poder, que son, redes reales o virtuales de identificación que funcionan si los sujetos se reconocen como, ideal y potencialmente, cierto tipo de persona, aceptado dentro del juicio normativo.

“En este sentido, los trabajos de Foucault sobre las tecnologías del yo nos dan las bases para reconocer que la búsqueda de nuestra propia identidad está constituida por prácticas de individualización que nos proveen de las categorías y los objetivos con los que nos gobernamos a nosotros mismos de acuerdo con los intereses políticos del orden social dominante” (Cabruja, 1996; Burchell et al. 199 en Gómez, 2003). De modo que lo que es una norma implantada en las personas acaba siendo más adelante una demanda de éstos.

Este hecho podemos encontrarlo en los discursos de la mayoría de libros de autoayuda contemporáneos. A partir de ellos, la psicología se ha convertido en un objeto de consumo que permite transmitir unos valores acordes con el orden establecido, de modo que insisten en la formación de la identidad a partir de la libertad de uno mismo, de forma que uno puede cumplir sus deseos y debe aumentar sus motivaciones, lo que se relaciona con la optimización personal. Esta mejora insaciable produce que el camino hacia la autorrealización se convierte en la felicidad buscada, un camino al que nunca se acaba de llegar sino que lo importante “son los pequeños pasos”. Este hecho crea una demanda por parte de las personas, se nos dice que debemos ser libres y luego reclamamos serlo. (¿Qué pasaría si se nos dijera que tenemos que realizar las cosas de determinada manera y que no tenemos posibilidad de elección?)

Con todo ello, vemos que el tipo de relación que establecen subjetividad y poder es más compleja y consecuentemente “más difícil de evidenciar que la que establecía la psicología que buscaba la adaptación de unos sujetos porque, ahora se gobierna la subjetividad apelando precisamente a la autonomía y libertad de los sujetos” (Dean, 1999; Rose, 1999 en Gómez, 2003).

La optimización[editar]

El ideal de normalidad típico de la sociedad disciplinaria, se ha sustituido por el de optimización de las potencialidades de cada sujeto, si bien esto no significa que la ausencia de una norma, sino que los criterios de adaptación psicológicos abarcan más aspectos de la subjetividad (deseos, aspiraciones, emociones, aspiraciones) y son más exigentes.

En este sentido, Bauman (2001) ejemplifica esta característica de las sociedades de control a partir de lo que ocurre con la salud. La enfermedad, en las sociedades disciplinarias, era la incapacidad para la vida especialmente orientada a las actividades de producción, por tanto la salud es una norma claramente delineada, sin embargo, la plena forma a la que se apela desde las sociedades de control es una norma desdibujada que no puede por definición tener un límite superior sino que supone una capacidad constante de avanzar más. La plena forma es un horizonte inalcanzable que requiere esfuerzos continuos, ninguno de ellos completamente satisfactorio ni definitivo, implica estar siempre en movimiento o dispuesto a moverse así como la flexibilidad necesaria para digerir cantidades cada vez mayores de estímulos.

Si pensamos por unos momentos en la publicidad de los fármacos, vemos que muchos se refieren a complejos vitamínicos para gozar de mayor vitalidad, y otros están dirigidos a la potenciación intelectual. Las demandas sociales implican que la persona sea feliz, vital, que pueda atender a muchos estímulos a la vez, que sea libre y disfrute de ello. Pero para conseguir eso debe pasar por el aro del consumo, en este caso de fármacos que llevan consigo un saber médico asociado que marcará la norma de “encontrarse bien con uno mismo” que quedará calada en nuestra subjetividad.

Siguiendo esta idea, los saberes bio-psico-médicos, están destinados a configurar tecnológicamente la identidad de los individuos y las poblaciones en las sociedades de la modernidad tardía. De modo que podemos encontrar ejemplos de estas configuraciones en los distintos ámbitos que forman la vida cotidiana del individuo, (ámbito familiar, laboral, sexual) que son ámbitos de la esfera privada del individuo que se encuentran, por lo tanto, mediatizados por las tecnologías y los saberes.

Un ejemplo aplicado al ámbito laboral, la autorrealización individual y el provecho empresarial han llegado a converger mediante la reconceptualización del trabajo como un imperativo no sólo económico, sino psicológico; con el correlato correspondiente de que una gestión empresarial eficaz requiere un conocimiento de la subjetividad del trabajador. “El viejo orden taylorista de la normalización disciplinaria con ritmos rígidos, segmentación y especialización en tareas deja paso a la diversificación de modalidades contractuales, la flexibilización de horarios, el énfasis en la polivalencia de los empleados, medidas que se presentan como una ganancia de autonomía y de responsabilidad “. (Sennett, 1998 en Gómez, 2003)

Por otro lado, con el tema de la sexualidad pasa algo parecido que con el de la Salud, se debe estar en plena forma, cada vez más se está reconociendo su importancia, lo que ha creado que la liberación sexual sea ahora la norma.

La noción de libertad y de optimización del individuo como consecuencias de las racionalidades de gobierno, y a partir de los saberes de las ciencias psicologicas, producen un proceso de psicologizacion de la realidad que justifica los problemas estructurales; buscando la responsabilidad en el individuo. Por lo que la persona decide sobre su optimización personal e individualizada, de manera que, los excluidos sean aquellos que no poseen la posibilidad de realizarse tal como median las tecnologías psicologicas. Así, la prescripción individualista de cambio subjetivo, en definitiva, desdibuja la necesidad del cambio en las condiciones sociales de desigualdad.

“La proliferación de las nuevas tecnologías de la subjetividad y de los lenguajes de autorrealización olvida que no todo el cuerpo social tiene las mismas posibilidades de alcanzar los “estilos de vida” que se ofrecen como universalmente valiosos y potencialmente alcanzables por todos sino que depende de la posición diferencial de los sujetos en el espacio social (Bourdieu, 1994, 2000). De modo que, en nuestras sociedades neoliberales, los excluidos serán aquellos que se apartan de estos objetivos, aquellos que, en definitiva, no poseen los medios de hacerse reconocibles a partir de estos prototipos psicológicos que marcan los modos de ser aceptables” (Bauman, 1998; Beauvois, 1994; Bourdieu, 1998 en Gómez, 2003)

Este hecho lo econtramos en las concepciones actuales del desempleo bajo un punto de mira liberal-capitalista, en el que la moral protestante de los inicios capitalistas tuvo una influencia determinante. Dicha moral apunta a premisas como “quien quiere puede” o quien la sigue la consigue” en las que podemos comprobar la noción de libertad y de optimización típicas de las sociedades de control. Siguiendo este planteamiento el hecho de estar en desempleo, está visto como un fracaso, no de la estructura social si no de la propia persona, percibida como agente y controlador de su propia vida. De manera, que al desempleado se le estigmatiza mediante adjetivos descalificativos como “no sabe, no puede o no quiere trabajar” o bien “no vale para el trabajo”, ya que, siguiendo la explicación anterior, no posee los medios de hacerse reconocible y aceptable a partir de los prototipos psicológicos por lo tanto, esa persona estará excluida. (Blanch, 2003)


SUBJETIVIDAD Y RELACIONES DE PODER[editar]

“El poder no es aquello que “no nos deja ser lo que somos” sino precisamente “aquello que nos hace ser lo que somos”. (Morey,1990ª en Gómez, 2003))

La subjetividad es construida, histórica y política.

El poder entendido desde una perspectiva relacional supone una relación de fuerzas que atraviesa todo el cuerpo social, de forma que pasa de ser represivo a productor, lo que provoca que el ámbito de lo político se amplíe (lo personal es político). Este hecho implica entender el poder desde una concepción estratégica y no desde una concepción jurídica, donde lo que importa es el análisis del poder, no como se ejerce. Por lo tanto el Estado no es el poder, sino que este se da en las relaciones y en las acciones.

La microfísica del poder describe aquello que caracteriza al poder y esto, es que, entendiéndolo como relaciones de fuerzas, estas no están completamente definidas sino que pueden ser móviles, lo que supone que no podamos hablar de poder si no existe una resistencia en potencia, de tal forma que el otro ha de ser reconocido como sujeto de acción. En cambio, cuando las relaciones de poder en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas hablamos de estados de dominación. En un estado de dominación no hay capacidad para la acción del otro, no hay resistencia.

El poder es normalizador, en tanto que su función no es la de reprimir sino la de conformar; conforma los deseos. Esto le hace políticamente muy eficaz. Para Foucault (en Gómez, 2003), el término político no remite al Estado sino a las relaciones de poder, por lo tanto lo político se encuentra en todos los individuos e incluso en la esfera privada.

Si tenemos en cuenta las tecnologías de la subjetividad dentro de una sociedad de control, encontramos dos puntos de vista contrapuestos teniendo en cuenta el par agencia-estructura, a los que Foucault (en Gómez, 2003) rechaza teniendo en cuenta la concepción de las relaciones de poder desde el punto de vista relacional. El primer punto de vista apunta hacia que sigue habiendo un control tecnocrático por parte del estado, y el otro punto de vista, propone que el individuo posee mayor libertad para formar su subjetividad, emancipándose de la tradición y superando los roles marcados. Foucault (en Gómez, 2003) no se sitúa en la dicotomía ya que el poder atraviesa, configura y constituye la subjetividad, dentro de un marco sociohistòrico en el que un conocimiento (saber) que unido al ámbito de lo social (relaciones de poder) no representa a su objeto (el individuo) sino que lo produce, lo conforma. Entonces no entra en debate sobre un determinismo estructural o de la actividad.

Siguiendo a Foucault (en Gómez, 2003), por el contrario, estas tecnologías de gobierno de la subjetividad no actúan reprimiendo la subjetividad en interés y control del poder, al contrario, la producen, moldeando deseos, aspiraciones e insatisfacciones, buscando maximizar las capacidades intelectuales, promoviendo prácticas de introspección y autoconciencia. La crítica foucaultiana, frente a estas posiciones, contribuye a poner de manifiesto que cualquier discurso -incluido el “científico”- no es espejo reproductor sino maquinaria productora y, por ello, la verdad no aparece como algo que debe ser desvelado sino como algo producido. De manera que lo que aparece como norma (conocimiento científico por ejemplo) tiene un carácter performativo. Así que “tampoco cree que los saberes psicológicos aumenten el margen de libertad y elección de los sujetos, como subrayan las aproximaciones que celebran el presente y sus posibilidades, olvidando que, el sujeto libre y activo al que se refieren, se puede reapropiar de los artefactos del psicopoder precisamente porque está fabricado a la medida de éstos” (Vázquez, 2000b en Gómez, 2003).

Sobre la performatividad de la norma, hay dos contribuciones de los compañeros, que tratan el tema en relación al género:

a) Contribución de Ares Ribó y Deyanira Bártulos:

“Primerament voldríem parlar de com hi ha components com el gènere, la identitat, la sexualitat... són influenciats per determinats processos (llenguatge, religió, política), per tal de limitar-los. Aquesta limitació imposada és la que ens dóna la pauta a seguir per tal de marcar el que seria la normalitat a una societat determinada. Aquesta limitació és la que fa que visquem en una ciutat on impera l’heterocentrisme. Aquesta normalitat de la que parlem és la que ens diu com ens hem de comportar, quin tipus de relacions o identificacions hem de seguir per no quedar exclosos d’aquesta norma. Aquesta suposada normalitat varia segons la societat en la que ens movem, no sempre parlem dels mateixos paquets de normes.”

Esta afirmación implica ver como la norma genera algo, como hace que se actúe de determinada manera, la norma provoca acciones, que pueden ir en la misma dirección. De todas maneras, este concepto de norma hace referencia al que se impuso en las sociedades disciplinarias que explica Foucault, ya que en nuestra actualidad esa norma aparece muy difusa y permite cierta movilidad en comparación.

b) Contribución de Carol Moreno:

“uno se convierte en lo que es en la medida en que se reconoce en ser lo que ya desde siempre ha sido”. (...) la identidad sexual sigue el proceso de naturalización de la estructura social del género con una forma heterosexual, que es la forma en la que el sujeto es inducido a situarse como tal. Esta será uno de los aspectos fundamentales de la teoría preformativa del género. No es que se parta de la emisión de una forma de expresión en base a la actuación del género, sino que son las propias actuaciones de forma repetida las que producen este efecto-ilusión de la esencia natural  la Norma es Preformativa

Este hecho se relaciona con la nocion de habitus por la que el agente social se encuntra inseparable de la estructura incorporada, y su manera e pensarse y comportarse estará determinada por las regularidades percibidas en esa estructura, esa regularidades son las que permiten la percepción de lo “obvio y natural”.

El objetivo principal no es el de descubrir sino el de rechazar lo que somos (...) hemos de promover nuevas formas de subjetividad que se enfrenten y opongan al tipo de individualidad que se nos impone. M. Foucault, Le sujet et le pouvoir (en Gómez, 2003)


ESTRUCTURA Y AGENCIA[editar]

“La segregación de lo psíquico y de lo social se ha convertido en una institución en nuestra cultura” (Moscovici, 1988).

“(...). El cuerpo socializado (lo que se llama el individuo o la persona) no se opone a la sociedad: es una de sus formas de existencia (…)”. (Bourdieu, 1990: 30-31 en Gómez, 2003)

La psicología social se ha caracterizado por distinguir entre estructura y agencia en tanto que determinantes en la construcción de subjetividad, esta dicotomía queda recogida enfrentando las perspectivas objetivista y subjetivista, una oposición que fundamenta el resto de dicotomías a partir de las cuales nos pensamos. Tanto el enfoque objetivista, que sostiene que son las estructuras las que nos determinan como sujetos, como el subjetivista, que mantiene una fe ciega en la capacidad de acción del sujeto en la construcción de su subjetividad, no dejan de ser modelos de determinismo recíproco. Ambos responden a una concepción de sujeto al margen del contexto histórico en el que esta imbuido.

En psicología social la concepción teórica del ser humano como ser social se diferencia entre una versión débil y otra fuerte. La versión débil considera que nuestra identidad se forma a partir de las distintas influencias exteriores, así con términos como internalización o socialización se hace referencia a la idea de que nuestro espacio interior se configura a partir del efecto que sobre él ejerce el espacio de lo social o lo cultural, y sirven para plantear cómo la estructura de la sociedad se refleja en la estructura del self y genera individuos competentes en sus contextos sociales. La versión fuerte, individuo y sociedad no son conceptos, cuestionándose la existencia previa de alguno de ellos, al margen de ciertos procesos constitutivos que tienen siempre su origen y localización en lo exterior, en lo social. Esta versión fuerte pretende una disolución definitiva de la dicotomía individuo/sociedad; la superación del abismo que hay entre un mundo privado e interior y uno externo y público.

Pero como hemos visto, Foucault nos ofrece herramientas conceptuales para pensar la capacidad de acción sin olvidar los factores que nos determinan y configuran. En la tesis de Lucía Gómez (2003), se supera la dicotomía agencia-estructura partir de Foucault como apuntábamos al hablar de las tecnologías de la subjetividad. Las investigaciones foucaultianas se dirigen a la crítica de un sujeto autónomo e incondicionado, pero sí deja reflejada cierta capacidad de movimiento, como es la resistencia a los dispositivos de poder-saber que lo configuran. “Con el término resistencia Foucault intenta dar cuenta de la capacidad de agencia en consonancia con sus presupuestos acerca de la constitución (política) de la subjetividad” (Gómez, 2003). A la vez, huye de entender una subjetividad apresada por la estructura. Dentro de esta movilidad que permite la concepción Focaultiana sobre las relaciones de poder y la constitución de la subjetividad, cabe definir lo que entiende por resistencia y en relación a ello, el concepto de pràcticas de sí. Ambos conceptos surgieron en el análisis Foucaultiano de los movimientos sociales de los sesenta.


RESISTENCIA[editar]

“El objetivo principal no es el de descubrir sino el de rechazar lo que somos (...) hemos de promover nuevas formas de subjetividad que se enfrenten y opongan al tipo de individualidad que se nos impone” (Foucault, 1982a: 232 en Gómez, 2003)).

La Resistencia supone la oposición individual o colectiva a reproducir determinadas prácticas que dirigen nuestra conducta. El rechazo explicito a adoptar determinadas formas de individualidad, proponiendo nuevas formas de subjetivación.

Un ejemplo, de forma irónica, sobre esta resistencia se evidencia en un fragmento de la película La vida de Brian , donde uno de los protagonistas expresa su deseo de ser mujer y tener hijos, aun cuando otro de los personajes le dice que físicamente esto es imposible. Mientras, que otros compañeros proponen que él pueda reivindicar este deseo aunque no sea posible en la práctica. Lo único posible es la reivindicación. Él puede elegir su género (deseo de ser mujer) pero no puede modificar su aparato reproductor para tener hijos. Otro ejemplo de resistencia lo hayamos en un spot , burla a la campaña de “Dove Evolution” donde un chico es maquillado y retocado digitalmente para parecer una mujer.

Si suponemos que “los mecanismos de gobierno actuales construyen a los sujetos como participantes activos de sus vidas, haciendo converger los objetivos y ambiciones personales con objetivos o actividades socialmente necesarios; Y que, las prácticas contemporáneas de subjetivación ponen en juego un ser que debe ser vinculado a un proyecto de identidad y a un proyecto secular de “estilo de vida” en el que la vida y sus contingencias adquieren sentido en la medida en que puedan ser construidas como producto de una elección personal y no de una imposición” (Osborne y Gaebler, 1993 en Gómez, 2003) estamos definiendo cierta capacidad de agencia del individuo relacionada con el ideal de libertad regulativo, producto de las tecnologías de gobierno que nos constituyen en consonancia con un determinado orden social. De manera que esa capacidad de acción debe entenderse desde una perspectiva diferente, teniendo en cuenta la concepción estratégica de las relaciones de poder, y la constitución política de la subjetividad (en base a pràcticas de saber y poder), por lo que la capacidad de agencia se sustituye por el término de prácticas de resistencia. De esta forma, Foucault nos permite, pensar la acción sin olvidar los factores sociales, políticos e históricos que nos determinan y configuran.

Las reglas de formación de un discurso, las relaciones de poder y las formas de subjetivación son más visibles no cuando su aplicación constituye todo un éxito, sino cuando el fracaso revela claramente su presencia: la resistencia funciona como “catalizador químico” (Foucault, 1982ª en Gómez, 2003)). “De ahí viene el interés constante de Foucault por todos los conflictos sociales y concretamente por lo que significó Mayo del 68” (Gómez, 2003). Esta afirmación, pone en relieve la relación entre lo que significa la resistencia y los Nuevos movimientos Sociales del Mayo del 68. Ya que éstos suponen un fracaso en las formas de subjetivación de las tecnologías de gobierno. Esto podemos observarlo si atendemos al carácter emancipatorio de los movimientos: los movimientos sociales constituyen una fuerza de transformación del orden de las cosas presentado como obvio y natural y, por ello, nos permiten visualizar la capacidad de acción de los individuos, entendida en términos de resistencia a los modos de dominación establecidos. Muestran el fracaso de las formas de subjetivación ya que tienen un papel importante en la creación de nuevas identidades colectivas. Por un lado, la participación en ellos implicaban nuevas formas de identificación social (Melucci, 1999 en Gómez, 2003) y por otro, cabe añadir que, los Movimientos son el ejemplo de las luchas contra la subjetividad impuesta, como nos muestran el feminismo y el movimiento gay. Por ejemplo, la mujer, dentro de una estructura patriarcal tiene un papel y unos roles muy determinados, así que el feminismo propone una ruptura con ese estado de dominación. De forma que, la expresión lo privado es político, implicaba mostrar que las relaciones del terreno privado estaban politizadas, ya que se estaban poniendo encima de la mesa aspectos cotidianos, como el cuerpo, los deseos, la sexualidad entre otros, que se veían atravesados por relaciones de poder, como es el caso de la configuración de la propia subjetividad femenina marcada por los estados de dominación masculinos (en el terreno privado). El cuestionamiento que permiten los movimientos sociales implica pensar en quienes somos nosotros, y si podemos dejar de ser aquello que somos. Por lo que representan un desafío a las formas de dominación y a la individualidad impuesta, en el que se lucha por la identidad personal y la autotrasformación del individuo

“Fue 1968 quien institucionalizó lo que hoy se conoce como los nuevos movimientos sociales, movimientos que emergieron como reacción a las dificultades de los movimientos tradicionales de la izquierda alrededor de los años sesenta, cuestionando sus estrategias de oposición. (Arrighi 1999; Touraine, 1982, 1992; Riechmann y Fernández Buey, 1999) Movimientos como el movimiento antiautoritario estudiantil, el movimiento feminista, el movimiento ecologista, el movimiento pacifista. Foucault (1982a) interpretó las reivindicaciones de los distintos movimientos que tuvieron Mayo del 68 como punto de partida, como resistencia a aplicar las prácticas que a uno lo convierten en sujeto, y, al mismo tiempo, como una búsqueda individual y colectiva de otro tipo de prácticas con las que alumbrar un nuevo modo de subjetivación”. (Gómez, 2003)

Una muestra de cómo era el movimiento feminista de los años 70 lo encontramos en un vídeo realizado por una mujer que nos describe cómo ha evolucionado su vida en relación al feminismo. Cuando era adolescente se consideraba feminista y decía que éste le daba fuerza, le daba un significado a su vida. Después, a los 40 años se da cuenta que durante años no ha pensado en el feminismo. Se plantea que ha pasado con éste (¿ella lo perdió a él o él lo perdió a ella?) y también que ella tampoco se define con los ideales impuestos por el sistema (ser madre, ser esposa, o una supermodelo). En este momento ella se plantea quién es y si es posible establecer su propia identidad sin estar inserta en un marco ideológico que la defina (sin apologías, sin ser juzgada y sin compromiso).

“La teoría Gay-Lesbiana de los 70’s pretendía separar el concepto Sexualidad e Identidad Sexual de áreas como la medicina, psicología, biología… para acercarlas a un terreno más social y así poder acceder al terreno político” (Córdoba, 2003).

Desde el movimiento GLBT , algo que se reclamaba en los años 70, era que la Asociación Americana de Psiquiatría, eliminara la concepción de la homosexualidad como enfermedad. Este hecho ejemplifica muchos de los conceptos tratados en este apartado. Desde el movimiento se pone en duda la norma marcada por las tecnologías de gobierno: la institución psiquiátrica ejerce unas relaciones de poder basadas en determinados saberes de forma que los procesos de subjetivación que debería seguir una persona homosexual harían referencia a una autoconcepción “de enfermedad”, si seguían lo establecido. “La regulación de las distintas dimensiones del comportamiento humano va unida a la proliferación de una amplia gama de discursos (pedagogía, psicología, medicina, psicopatología),de forma que los individuos son conformados a través de instancias de conocimiento que dictan su verdad, que delimitan una identidad a la que los individuos se ven fijados. Sin embargo, la relación estrecha entre estos códigos y la verdad científica imposibilita que sean cuestionados, debido al carácter obligatorio de estas verdades.” (Gómez, 2003)

“ En este movimiento social vemos como una dimensión privada, en este caso la sexualidad, se pone en juego, y se cuestiona lo que estaba considerado como obvio desde una perspectiva històrica. Esa dimensión estaba entonces politizada, marcada por unas relaciones de poder que la definían. El contexto sociohistòrico de los sesenta, permitió que el movimiento provocara una autotransformación del individuo, una nueva definición de sí mismos que les permitió nuevos modos de subjetivación. Digamos que rechazaban definirse a sí mismo en esos términos y obtuvieron nuevos modos de entenderse, se resistían a aplicar determinadas prácticas de subjetivación. Por ejemplo, a partir del 70, en el día Internacional del Orgullo Gay, también llamado Dignidad Gay, se reivindica que no hay nada de que avergonzarse” (Wikipèdia), en contraposición a las formas dominantes de subjetivación que buscan que la persona sienta rechazo hacia sí misma al adscribirse en esa categoria. Esa reivindicación implica una acción, una resistencia, que permite oponerse al tipo de individualidad que se impone.

“No somos el producto unificado de un régimen coherente de dominación, más bien el producto múltiple y contradictorio de distintas prácticas, enfrentadas entre sí, que responden a distintos modelos de ser humano.” (Gómez, 2003)

“No estamos confinados a una forma específica de subjetividad y que a través de nuestras prácticas podemos cambiarla” (Gómez, 2003)


PRACTICAS DE SI[editar]

Las “practicas de si” son aquellas prácticas que la persona lleva a cabo sobre si misma y que suponen una variación en las prácticas establecidas y en consecuencia, su fracaso (de lo establecido). Tienen a uno mismo como objeto y como sujeto. Las “prácticas de sí” suponen superar la consideración de resistencia únicamente como rechazo y desobediencia a ciertas prácticas, añadiendo un carácter creativo y con ello la posibilidad de libertad; de modo que representan una resistencia activa. Con la formula desprenderse de uno mismo, Foucault hace referencia a la posibilidad de dejar de ser lo que somos para empezar a ser de otra manera a través de las modificaciones o interpretaciones de las prácticas. Las nuevas prácticas que pueden ser modificaciones en los discursos o en las acciones discursivas, que pueden darse por individuos aislados o por la fuerza de un movimiento (como es el caso e los NMS), actúan a su vez sobre los individuos transformándolos. Mediante un proceso bastante anónimo, pero formado por individuos concretos, se van modificando las prácticas y por lo tanto las reglas que las rigen, obteniendo al final del proceso una nueva forma de subjetivación.

Por ello, constituyen técnicas que permiten a los individuos efectuar un número de operaciones en sus propios cuerpos, en sus pensamientos, en sus conductas para modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo. Las prácticas de sí que sirven para la autoconstitución de un sujeto han sido llamadas por Foucault prácticas de libertad porque a partir de ellas es posible una participación activa del individuo en la formación de sí mismo. Los procesos de subjetivación moral, tienen que ver con la orientación de las prácticas de si: pueden estar orientadas al código o a la ética. Las prácticas orientadas al código, implican que el sujeto se aplique aquellas prácticas impuestas por la norma. En cambio, aquellas orientadas a la étical, permiten que el sujeto sea artífice de su conducta, por lo que el código pierde autoridad y se debilita haciendo que el sujeto tenga que convertirse en sujeto moral. No hay que olvidar que el sujeto queda circunscrito dentro de unas coordenadas históricas y políticas que definen sus condiciones de posibilidad. Por lo tanto, en la sociedad actual, definidas como sociedades de control, el ideal de libertad y optimización permitirán espacios más amplios para nuevas formas de subjetivación.


Un ejemplo de prácticas de si, lo encontramos en la transexualidad en la que la persona actúa sobre ella misma, aplicando unas modificaciones a partir de una forma de resistencia a la norma dominante y a lo establecido por el poder que se ejerce sobre su género y su identidad sexual. Son prácticas de libertad que le permiten ser lo que quiera ser, a su vez, crean nuevas formas de subjetividad. Un/a transexual lo que pretende cambiar es el sexo social, pero para ello debía cambiar el sexo biológico.

Tal y como apunta Raquel Ribas en su contribución de clase: “El “yo” constituye la condición misma de emergencia del discurso. No hay yo sin conciencia, y toda perturbación de la conciencia conlleva esenciales transformaciones del yo. El hombre, sometido al espacio y al tiempo, experimenta su diferencia ,y al experimentarla, presiente su identidad. Una identidad que tanto puede mostrarse de manera radical como que puede verse amenazada o ser efímera. Este sería el caso de los transexuales, tema de actualidad estos días por el caso de Julio Cuesta. Julio, de 50 años, es el primer transexual español que ha logrado el cambio de su partida de nacimiento por la vía administrativa, tras la aprobación de la ley de Identidad de Género, que entró en vigor el pasado 16 de marzo. El documento que Julio ha conseguido, le permitirá cambiar su nombre y sexo de documentos oficiales, como el DNI, sin tener que someterse a una operación genital. Julio verá regularizada su situación. Según ha afirmado “por primera vez podré votar con un DNI que refleja mi verdadera identidad”. Los titulares de diferentes periódicos, apuntan que por fin Julio ha visto reconocida su identidad. El caso de Julio Cuesta ha servido para concienciar a la sociedad y la clase política de la necesidad de una ley que regulara situaciones como la suya. Ahora, gracias a la Ley de Identidad de Género que se ha aprobado recientemente en el Congreso de los Diputados, Julio ha visto regularizada su situación legal”. Para ejemplificar la problemática del colectivo transexual incluimos un vídeo8 que muestra una noticia de TVE sobre la ley de identidad de género. Un transexual masculino (hombre que ha nacido con anatomía femenina) y una transexual femenina (mujer nacida con anatomía masculina) muestran las limitaciones sociales por su incongruencia que poseen entra sexo y género y también como los cambios legislativos podrían ayudar a mejorar su situación.

PENSANDO EN NUESTRO PRESENTE[editar]

A lo largo de este trabajo, estamos comprobando como Foucault nos ofrece herramientas conceptuales que podemos utilizar para pensar en el presente. De todas formas, encontramos autores que continúan sus ideas y las aplican a la sociedad actual. Hay que tener en cuenta que la sociedad de los ochenta era muy diferente a la de ahora. “No hay que olvidar que la aplicación de una perspectiva histórica consiste precisamente en eso, en actualizar continuamente los diagnósticos de una realidad social que cambia” (Gómez, 2003).

De esta forma deberemos retomar la idea de Sociedad de Control, y lo que ello conlleva. Por ejemplo, encontramos algun matiz en lo que pueden significar las practicas de si en al actualidad, ya que este concepto se construyó a partir de las observaciones de Mayo del 68; ahora es aplicable a otra realidad. “El concepto prácticas de sí analizado desde la nueva reorganización del poder propia de las sociedades de control se prestaa confusión y esconde ciertas ambigüedades. No todas las prácticas que uno aplica sobre sí mismo con la convicción de ser elegidas, prácticas a las que nos hemos referido como tecnologías del yo, son prácticas de resistencia, prácticas de libertad. Recordemos, una vez más, que en nuestro presente el gobierno se ejerce apoyándose en la capacidad de elección de los sujetos y en los ideales de autorrealización, libertad, desarrollo. De este modo, el propio funcionamiento de las distintas tecnologías de la subjetividad en la actualidad, dificulta que éstas sean percibidas como dispositivos normalizadores y, por tanto, objeto de crítica.” (Gómez, 2003)

Asimismo, los códigos propios de las sociedades de control son códigos flexibles, difusos, heterogéneos y operan mediante la seducción y la identificación con las imágenes y modos de vida que encarnan. Los ideales de autorrealización o de calidad de vida también son códigos con carácter prescriptivo pero, a diferencia de las estrictas normas de las sociedades disciplinarias, no sólo no rompen nuestra ilusión de actuar y decidir libremente sino que nos convierten en participantes activos en la configuración de nuestras vidas. Siguiendo esta idea podríamos encaminarnos a pensar que los procesos de subjetivación se orientan al código, y que al ser este tan difuso, se crea la ilusión de libertad y autonomía en nuestra configuración.


En la actualidad, es necesario tener en cuenta descripciones tales como “la sociedad del Riesgo” de Ulrich Beck y la “situación de incertidumbre endémica”de Barman, en la que ambas, ven condicionada la acción política a causa de los desarrollos económicos y sociales de la época del capitalismo neoliberal. Brevemente, cabe destacar el repliegue social de los movimientos sociales, típicos de este tipo de sociedad. Existe una apatía y una desmotivación social que hace disminuir la capacidad de acción y de moviliación de los desafíos colectivos. “El asentamiento de una economía basada en la fragmentación, la segmentación y la precarización de todos los procesos productivos hace emerger identidades sociales débiles donde recaen todos los costes sociales del actual modelo de acumulación económica (Sennett, 1998; Bauman, 1998, 2001 en Gómez, 2003) “La incertidumbre del presente es una poderosa fuerza individualizadora”. (Bauman, 2001: 35 en Gómez, 2003) “Las nuevas reglas del juego que rigen la vida laboral dividen en lugar de unir e impiden una postura solidaria “porque esos individuos no creen que exista alguna acción efectiva ni que los problemas personales puedan convertirse en temas colectivos y, menos aún, en el proyecto común de un orden alternativo Sin embargo, esta tendencia apolítica, el mismo repliegue social es sólo una respuesta racional a una sociedad en la que los individuos se ven obligados a considerar el futuro como una amenaza.” (Gómez, 2003) Debido a esta situación, las personas se refugian el lo privado, de manera que lo “político se convierte en personal” Así que la esfera pública es interrumpidamente colonizada por intereses privados dirigidos al consumo (privado) pero no a la producción de lazos (sociales). De ahí que los individuos se hallen cada vez más individualizados.

Por todo ello se considera que los movimientos sociales se encuentran en crisis. “Así, si entonces (en Mayo el 68) se quería dar carta de existencia a nuevas identidades no reconocidas por la política formal, en la actualidad se trata de pensar la alteridad negada. Del mismo modo, lo que fue defender y construir lo privado cotidiano frente a la colonización y juridización de lo público, hoy es defender lo público participativo frente a lo privado desintegrador (como es el consumo)” (Gómez, 2003). Ya que esa esfera pública se percibe en riesgo, ya que el poder privatizador supone la amenaza. Siguiendo este planteamiento, lo que entonces suponía radicalizar las contradicciones del Estado de Bienestar ahora se convierte, desde determinadas posiciones, en la reconstrucción, solidificación y avance de un Estado democrático que se construya más allá del exclusivo bienestar económico del centro social.

ESCENARIO DE DOMINACIÓN SIMBÓLICA[editar]

Para continuar con los análisis focaultianos en la actualidad, es interesante recurrir a la figura de Bourdieu. Siguiendo con el par entre agencia y estructura, Bourdieu pretende mostrar la relación entre las estructuras objetivas y las construcciones subjetivas, por lo que se centrará en aquello que permite realizar la acción, por ejemplo, podemos pensar que es lo que permite las prácticas de subjetivación. Por ello, subraya aquellos factores que determinan la construcción de la realidad social por parte de los agentes sociales. “Así, Bourdieu (1987) señala en primer lugar que la construcción no opera en un vacío social, sino que está sometida a coacciones estructurales; en segundo lugar, que las estructuras cognitivas están ellas mismas socialmente estructuradas porque tienen una génesis social; en tercer lugar, que la construcción de la realidad social no es solamente una empresa individual, sino que puede también volverse una empresa colectiva.” (Gómez, 2003)

En relación con el tema que nos ocupa, la subjetividad, para “Bourdieu analizar cualquier proceso identitario, analizar el orden de lo que somos, requiere el análisis del orden de las instituciones o de la estructura social y, junto a ello, la labor que resulta necesaria para producir un ajuste entre ambos órdenes”. (Gómez, 2003)

Ese ajuste entre la estructura social y la persona, en el proceso de construcción de la realidad tiene que ver con al noción de habitus que nos propone. El habitus es una capacidad cognitiva socialmente constituida e ininteligible sin atender las condiciones de existencia a las que está ligada. Es la forma en que las estructuras sociales se graban en nuestra mente y nuestro cuerpo, las estructuras sociales de nuestra subjetividad. El habitus, con la apariencia propia de lo innato, es fruto de la incorporación de una estructura social en forma de esquemas de percepción y valoración (disposiciones) que toman la apariencia de lo natural. El habitus construye una imagen del agente social inseparable de la estructura incorporada.

La noción de habitus como ajuste entre las estructuras sociales establecidas y las estructuras mentales, es posible gracias a la acción de los sistemas simbólicos: los esquemas de percepción y evaluación, de conocimiento y reconocimiento presentes en una sociedad dada, que integran y reproducen el orden social establecido.

El orden simbólico, es decir, el orden que determina los límites dentro de los cuales es posible percibir y pensar, determina, por tanto, lo visible y lo pensable. Por tanto, los sistemas simbólicos en tanto instrumentos de dominación contribuyen a efectuar dos operaciones sociales básicas íntimamente relacionadas.

(1) Por un lado, contribuir a imponer un orden social arbitrario con sus correspondientes esquemas y categorías de percepción y valoración que favorece a unas posiciones, a unos grupos frente a otros. (2) Por otro, contribuir a que esta imposición, a pesar de ser decisiva para la conservación de las divisiones desiguales del orden establecido, se presente con todas las apariencias de lo natural y necesario, con la apariencia de la necesidad objetiva. Permitiendo, así, que el orden social, sin necesidad de justificación o de discursos legitimadores, se reproduzca porque se presenta bajo las apariencias de la universalidad.

(1) Por ejemplo, podemos pensar en la imposición de la norma sexual dominante como es la heterosexualidad. Ésta es el orden establecido, haciendo que las demás formas, queden infravaloradas y sean percibidas como no normales. Se podría decir que en la homosexualidad, por ejemplo, no se ajusta el carácter identitario propio con el de la estructura social, en cambio, para lo heterosexual, ese ajuste es necesario e incuestionable, ya que en parte, la mantiene en superioridad. De esta forma, se sostienen las relaciones de poder por parte del grupo dominante, que define el mundo en sus propios términos y en base a sus propios intereses.

(2) Esta imposición aparece como algo natural y de necesaria objetividad para poder mantener el orden establecido. Este hecho guarda relación directa con el concepto de violencia simbólica.

“Las relaciones objetivas de poder tienden, por tanto, a reproducirse en las relaciones de poder simbólico. Como señala Sampson (1993) los grupos dominantes afirman sus miedos, deseos e intereses particulares insistiendo en que sus posicionamientos no representan ningún punto de vista particular, como una descripción neutral de cómo es el mundo. Por ejemplo, la heterosexualidad para juzgar la homosexualidad o la sociedad occidental para juzgar a los no occidentales” (Gómez, 2003).



VIOLENCIA SIMBÓLICA[editar]

Cuando las relaciones de poder simbólico se naturalizan y se presentan como evidentes e incuestionables, incluso para los sometidos aparece la violencia simbólica. “Con este concepto Bourdieu se refiere a la sumisión que se obtiene cuando aquellos que ocupan posiciones dominadas se adhieren a las estructuras de percepción y valoración del mundo propias del orden dominante (Bourdieu, 1987, 1994, 1997, 1999, 2000). De este modo la dominación simbólica para instaurarse necesita que el dominado aplique a los actos de dominación (y a todo su ser) unas estructuras de percepción que son a su vez las mismas que emplea el dominante para producir esos actos”. (Gómez, 2003)

Podemos encontrar un ejemplo de violencia simbólica, pensando en una mujer que supuestamente ocupa una posición dominada por las relaciones de poder propias de una estructura patriarcal, en la que por ejemplo, no tiene participación alguna en la toma de decisiones del hogar. Si habláramos con el marido y con ella, encontraríamos los mismos argumentos sobre porque ella no influye en la toma de decisiones. Así estaríamos comprobando como ambos compartían las mismas estructuras de percepción. En este caso, el habitus se habría ajustado a partir de una estructura patriarcal en ambas mentes, la del dominante y la del dominado.

En la violencia simbólica, los esquemas de poder simbólico se naturalizan y se presentan como evidentes e incuestionables, incluso para los sometidos. Hay que tener en cuenta que la génesis de la violencia simbólica es social e histórica.

1) En este sentido la importancia de los movimientos sociales reside en que luchan contra la perpetuación de un orden simbólico establecido, los MS plantean problemas que en lo esencial y al margen de las crisis, no suelen constituir problema alguno. La acción de los MS requiere luchas que intenten reconfigurar el orden de las cosas (instituciones) y luchas que cuestionen el orden de los cuerpos (disposiciones). Los Movimientos Sociales (MS) son la expresión de la lucha contra la perpetuación de las relaciones sociales de dominación. Luchan contra la evidencia de obviedad y la violencia simbólica.

En este sentido se emmarca la lucha el EZLN, a pesar de su marcado carácter de guerrilla, la importancia de este movimiento reside en su traducción simbólica. Se lucha por cambiar unas formas de dominación, planteando formas de vida alternativas. Por ejemplo bajo lemas como: “Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”, “El absurdo mas hermoso la locura más humana”, nosotros venimos a demostrar que es posible rebelarse y que vale la pena”. Buscan otra manera de vivir, de reconducir las relaciones de dominación. Implica también, como movimiento, un buen ejemplo de resistencia que propone nuevas formas de universos simbólicos.

2) Un proceso de violencia simbólica podríamos encontrarlo en los medios de comunicación, en el sentido de que perpetúan el orden social establecido, por lo que juegan el papel de dominantes, y la opinión pública juega el papel de dominados. Vemos que los medios de comunicación son elementos de (re)producción simbólica y que se encuentran de lado del orden simbólico establecido. (Si repasamos el apartado de “Escenario de dominación simbólica” vemos que los medios de comunicación cumplen los puntos señalados como 1 y 2; por lo tanto están produciendo cierto tipo de violencia simbólica. Los medios de comunicación reflejan los intereses de las clases dominantes, por lo que crean una determinada manera de entender las cosas bajo una apariencia de naturalidad y objetividad ante todo. Por su parte, la opinión pública no tiende a cuestionar los esquemas de dominación, sino que los va realimentando.

Según la contribución de María Gomez.:

Los medios de comunicación son el cuarto poder (donde aquí el término poder No se entiende en términos focaultianos). Según ella, Si el cuarto poder, vigila a los otros tres para evitar que se propasen. El quinto poder controla a los medios de comunicación que, en ocasiones, se convierte en el más despótico de todos. Cada día son más los que piensan que ese papel lo juegan los “blogs”.

Tomando como referencia esos conceptos, hay que tener en cuenta que los blogs, de la misma manera que pasa con la contrainformación, suponen una denuncia de la violencia simbólica y de los métodos de producción de esos símbolos. Así que encontramos nuevas formas de resistencia y de producción simbólica en contra del orden dominante.