Orígenes del Neolítico en Andalucía/Género
Quizás este punto sea uno de los más importantes del periodo en la zona que ocupan este trabajo. A pesar de que las evidencias que sirvan para elaborar estudios de género son escasas, es importante entender el valor de los mismos para el desarrollo de una arqueología social, es decir, que se encamine al conocimiento de todos y cada uno de los individuos que componen el grupo al que pertenecen. El motivo de justificar este aspecto se refleja de forma clara en palabra de Olga Sánchez Liranzo, ya que la utilidad de la historia de las mujeres es doble sirve a las mujeres, pero también sirve a la historia (y prehistoria) en general.
Es importante, ante todo, realizar algunas matizaciones sobre la noción de género, objetivos y limitaciones. Género es el parámetro o variable de los estudios sobre el pasado que comprende todos los colectivos o categorías de una sociedad, ya sean mujeres, hombres, niños, ancianos, homosexuales o hermafroditas, y que por tanto se encarga de definir la identidad de cada uno, así como las relaciones que se establecen entre ellos. En este sentido, es importante no confundir este concepto con otros como feminismo y sexo. Respecto al primero de ellos, es verdad que históricamente los estudios de género han estado íntimamente ligados al feminismo, este entendía a la mujer como sujeto igual de activo que el hombre, con capacidad para actuar, dirigir o producir, y que por tanto requería de la misma atención analítica que la que se prestaba al hombre; el sexo, por el contrario, se refiere a los órganos sexuales de cada individuo, es decir, es un marcador que sirve para diferenciar entre masculino y femenino, pero no es el único, pues a este hay que añadir otros como gestos, vestimenta, ocupación, o caracterización de la interacción social, es decir, cómo es la relación de las mujeres con otras mujeres y con los hombres, y de los hombres con otros hombres y con las mujeres, por ejemplo. Por tanto, cuando se habla de género es un concepto cultural, y por tanto, no es inmutable y rígido, sino cambiante y flexible no solo entre distintos grupos sociales sino en la evolución de la dinámica interna de cada uno de ellos.
En este sentido, al tratar de tener en cuenta tanto los aportes del hombre como el de la mujer en las economías y el medio social de las diferentes comunidades del pasado, la arqueología de género pretende realizar una construcción más completa y aproximada de las sociedades que vivieron en tiempos pretéritos. No obstante, recordando siempre que en las épocas más remotas no hay vestigios de cómo eran las relaciones de género de ningún tipo, ni masculinos ni femeninos, como es el caso de la temática que se aborda en este trabajo, la arqueología de género no pretende tanto hacer una reconstrucción de este aspecto como en ser prudentes con ciertos presupuestos teóricos que tradicionalmente siempre se han aceptado sobre la función de la mujer y del hombre. Estos acostumbraban a asociar las tareas de recolección, trabajo de tejido o molienda, así como cuidado de niños y ancianos a la mujer, a las que además consideraban secundarias, es decir, de escasa importancia frente a las que se relacionaban con los hombres, caza, pesca, labores agrícolas y ganaderas o de construcción, consideradas las principales por el enorme sustento que proporcionaba al grupo y por el gran esfuerzo que requerían. Al mismo tiempo, estos estudios dejaban siempre al margen a niños y ancianos, a pesar del importante papel que podían desempeñar en la sociedad, sobre todo los primeros, debido al proceso de enculturación al que deben someterse, mediante el cual deben asimilar una ideología y una forma de comportamiento acorde a la sociedad en la que están insertos, así como labores que en el futuro deberán desempeñar, por lo que estudiar ese proceso supondría un gran avance para el conocimiento de los elementos sociales del grupo estudiado.
El origen de estos convencionalismos quizá constituya uno de los mejores ejemplos sobre cómo la situación y la condición social de los investigadores puede llegar a afectar a la teorización e interpretación del pasado, y no solo eso, sino de cuan lento es el proceso de cambio a partir de entonces. En este sentido, la propia historiografía de Andalucía, iniciada desde el siglo XIX, encabezada por hombres adinerados y de clase media-alta, encauzará el sentido de las primeras investigaciones, cuyos vestigios, marcados por la nula presencia no solo de mujeres, sino de niños o de ancianos, permanecerá hasta los momentos más inmediatos de la actualidad. No aparecerán mujeres en las actividades relacionadas con la historia hasta bien entrado el siglo XX, aunque hasta entonces y durante varias décadas más, imperará el historicismo cultural, una tendencia que si bien, dado su objetivo de simple medición y clasificación de los objetos arqueológicos, mantendrá relegados a hombres, mujeres, niños y ancianos por igual, seguirá teniendo marcados de androcentrismo, como la recurrente explicación de cambios, basados en acciones atribuidas al hombre (colonizaciones, guerras, invasiones, etc.). Aún así, las mujeres incorporadas a la investigación histórica, entre las que destacan Joaquina Eguarás, Felipa Niño y Encarnación Cabré, sobre todo en los campos de la archivística, museos y bibliotecas, seguirán priorizando su futura vida familiar por encima de los estudios, el mundo laboral y los ambientes universitarios para pasar a dedicarse a las labores domésticas y a la atención de la familia, como fue el caso de Encarnación Cabré. Así, en épocas posteriores al franquismo, y a pesar de la entrada de nuevos modelos teóricos como el marxismo, el materialismo cultural o el estructuralismo, la relegación de la mujer a un segundo plano, así como a acciones pasivas seguirá vigente, pues todas estas teorías caerán en la doble presunción de simplificar y generalizar las realidades sociales del pasado, así como de establecer leyes universales que expliquen los cambios de las mismas, e ignorando la complejidad que estas entrañan. En lo referente a los postulados del feminismo y el género hay que decir que no aparecerán hasta la década de los ochenta solamente en el campo de la historia, mientras que tardaría aún más en aplicarse en la prehistoria y la arqueología.
Estos presupuestos teóricos que en la actualidad se están sometiendo a estrecha crítica han dado como resultado una visión de los hechos más restrictiva de lo esperada, en tanto que excluye no solo a mujeres, sino a otros colectivos: todos aquellos que no formaran parte de la cultura occidental o que no coincidieran con el estándar de hombre blanco, adulto, de clase media, occidental y con valores afines. Con lo que el panorama resultante del pasado no solo es androcéntrica, sino etnocéntrica, egocéntrica y además dicotómica, en tanto que admite que todo lo diferente de esos parámetros equivale a ser opuesto a los mismos, lo que da lugar al establecimiento de desigualdades y jerarquizaciones que en realidad pueden no existir.
Todos estos rasgos se pueden apreciar en las imágenes que se exponen a continuación, y que inundan salas de museos, películas y libros escolares, contribuyendo a la transmisión de una parte del pasado distorsionada y que en realidad aún es desconocida. Así, las imágenes más recurrentes aluden sobre todo a escenas de poblados del neolítico en las que las mujeres suelen aparecer agachadas, junto a niños, o desempeñando alguna actividad, normalmente relacionada con el tejido o la molienda; al mismo tiempo hay que destacar que no se ha encontrado una sola imagen que aluda al trabajo de ancianos o de niños de forma autónoma, siendo los primeros prácticamente inexistente en las imágenes, mientras que los segundos solo aparecen al lado de mujeres. El protagonismo absoluto de las escenas lo tiene el hombre, que en la mayoría de los casos aparece en actitud triunfante, desempeñando actividades de caza, de construcción o en cualquier caso cargando con materiales pesados, y siempre de pie; además, este concentra el protagonismo de las imágenes que aluden a la evolución de la humanidad, a pesar de lo ya dicho de que humanidad se refiere no solo a hombres sino también a mujeres.
Cabe destacar igualmente que la mayor parte de la información utilizada para esta parte del trabajo procede de artículos especializados, pues las indagaciones llevadas a cabo en páginas web divulgativas indican que la información en este ámbito sobre el género es escasa o nula, no solo en el caso particular del neolítico andaluz, sino en toda la Península Ibérica. Ello, unido a la presencia aún continua de los prejuicios antes mencionados en estas páginas, indican el escaso eco que el género se ha hecho en este campo, uno de los más importantes dada su capacidad de informar por igual a toda persona no especializada, tanto adultos como niños, y el largo camino que aún tiene que recorrer.