Historia contemporánea de España/La guerra civil española/El Frente Popular
Este gobierno presidió las elecciones de febrero de 1936, que produjeron un nuevo vuelco del panorama político. Triunfó el Frente Popular, una coalición integrada por republicanos, socialistas y comunistas, que tenían una escasa cohesión interna.
Tras las elecciones, Azaña formó un gobierno cuyas primeras medidas consistieron en decretar una amnistía general para los 15.000 presos que lo eran por delitos políticos, la devolución de la autonomía a Cataluña (cuyo parlamento eligió de nuevo a Companys) y la reasunción por los empresarios de aquellos trabajadores que habían sido despedidos por motivos políticos y sociales.
Estas medidas se tomaron en un clima de violencia que se manifestó en la quema de varias iglesias y conventos. Se inició así una espiral de represalias y contrarrepresalias entre los falangistas y los jóvenes socialistas y comunistas. En marzo fueron detenidos los dirigentes de Falange y poco después ésta fue declarada ilegal, lo que no impidió su crecimiento, propiciado por el desencanto de muchos jóvenes derechistas con la moderación de la CEDA.
La situación social era tensa. El número de desempleados era superior al 10%, principalmente en el campo. El gobierno dio un fuerte impulso a la reforma agraria, que permitió el acceso a la tierra a más de 100.000 campesinos, y autorizó ocupaciones temporales de fincas, de acuerdo con la ley de reforma agraria, pero a pesar de ello resultó difícil contener en el marco de la ley la creciente militancia de los trabajadores rurales.
En tanto en el seno del PSOE, se estaba agudizando el enfrentamiento entre los seguidores de Indalecio Prieto y los de Largo Caballero. Muchos de estos últimos se mostraron favorables a la propuesta del PCE, de preparar la fusión de ambas organizaciones en un nuevo partido leninista. En abril se dio un paso importante en la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), en las que se integraron los jóvenes de ambos partidos, y en julio, en vísperas de la guerra, las secciones catalanas del PSOE y OCE se unieron con otras pequeñas organizaciones para formar el Partit Socialista Unificat de Cataluña (PSUC). Tanto las JSU como el PSUC asumirían una organización comunista.
La política del gobierno Azaña y especialmente su incapacidad para frenar la beligerancia de sus aliados socialistas resultaba inaceptable para el presidente de la República, quien de acuerdo con la Constitución podía nombrar y separar libremente al presidente del Gobierno. Así es que los partidos del Frente Popular optaron por la destitución de Alcalá Zamora, que se llevó a cabo mediante una interpretación forzada de la Constitución.
Le sucedió en la Presidencia de la República Manuel Azaña, y ocupó la del Gobierno Santiago Casares Quiroga, también de Izquierda Republicana.
La violencia política provocó unas 270 muertes, según una estimación desde enero al estallido de la guerra. Todo ello contribuyó a que, ante la opinión de derechas, Gil Robles perdiera terreno frente al monárquico Joaquín Calvo Sotelo, quien planteaba un rechazo frontal a la democracia. Sotelo fue asesinado por agentes de las fuerzas de seguridad de tendencia socialista, que actuaron por iniciativa propia y en represalia por el previo asesinato de un compañero.
En tanto estaba en marcha una conspiración militar que el gobierno había tratado de frustrar mediante una activa política de ceses y traslados de mandos, encaminada a que los puestos claves fueran ocupados por hombres de confianza. El conspirador más activo era el general Emilio Mola, quien planeaba una acción militar cuyo objetivo sería el establecimiento de un régimen autoritario y conservador. Mola no confiaba demasiado en los políticos civiles y no quería comprometerse con la causa monárquica, que tenía escaso apoyo popular, pero recibió ayuda económica tanto de sectores monárquicos como de la CEDA.