Historia contemporánea de España/La guerra civil española/La represión

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En los primeros meses de la guerra hubo más muertes en la retaguardia que en el frente. Las ejecuciones fueron en su mayor parte irregulares, pero eso no significa que la represión fuera incontrolada ni espontánea. En el bando de los sublevados los responsables últimos eran los mandos militares, mientras que en el bando republicano, la represión fue sobre todo iniciativa lo militantes de izquierda a nivel local. Aunque los meses peores fueron los primeros, los asesinatos y las ejecuciones injustificadas se prolongaron hasta el final de la guerra, sobre todo en el caso de los vencedores, que fueron extendiendo su cruenta acción represiva a medida que conquistaban las provincias.

Por un lado, la represión fue un arma de guerra, un medio de aterrorizar a quienes pudieran pensar en la resistencia, o de eliminar a unos prisioneros que hubieran podido ser liberados por el enemigo. Pero se mataba también para crear una sociedad nueva, purgada de elementos nocivos. Para los insurrectos tales elementos eran todos aquellos que habían llevado a España por la senda del laicismo, republicanismo y revolución social (autoridades, militantes sindicales y de partidos de izquierda, intelectuales).

En el bando opuesto no se asesinaba sólo a los implicados en el alzamiento (militares), sino también a patronos, militantes de derecha y eclesiásticos. Se preparaba así una sociedad sin propiedad privada ni iglesia. La persecución religiosa se tradujo en que los eclesiásticos fueran el sector social que más empeño se puso en exterminar. Al tiempo que se prohibía de hecho el culto católico (salvo en País Vasco) y eran destruidas las iglesias y conventos, fueron asesinados miles de curas y religiosos, casi todos en 1936. Fueron también asesinadas mujeres, pero el número de víctimas femeninas fue netamente inferior al masculino. Por otra parte, fue más elevada en el territorio insurrecto que en el republicano, quizá porque la emancipación de las mujeres que militaban en partidos y sindicatos de izquierda resultaba abominable para la mentalidad de derechas. En los primeros tiempos las columnas milicianas contaron con algunas mujeres combatientes, que parecen haber sido invariablemente asesinadas en caso de captura.