Historia contemporánea de España/La guerra civil española/La revolución obrera
En Madrid el gobierno de Casares Quiroga dimitió el mismo 18 de julio y fue sustituido por José Giral, de Izquierda Republicana, al frente de un nuevo gobierno, que fue también exclusivamente republicano, pero que tomó la decisión de proporcionar armas a los militantes de los sindicatos y partidos de izquierda, como exigían las organizaciones obreras.
Se inició en el territorio leal a la República una revolución obrera, impulsada por los militantes de base, que se encontraron de repente con la posibilidad de llevar a la práctica sus ideales.
Las organizaciones obreras se hicieron con el control de la administración local, impusieron la colectivización de la tierra y de las fábricas, crearon milicias para combatir en el frente, ejercieron la represión en la retaguardia y establecieron incluso sus propias cárceles privadas. Pero no dieron el paso decisivo de establecer un gobierno revolucionario. Ello se debió al deseo de no romper con la clase media republicana cuando se hacía frente a un enemigo común y también a la rivalidad existente entre las diversas tendencias revolucionarias. El resultado fue que surgieron numerosos centros de poder locales de carácter revolucionario, mientras subsistía en Madrid un gobierno republicano que en la práctica era incapaz de hacerse obedecer.
En Cataluña, la CNT emergió tras los combates de julio como la fuerza principal pero había de contar con la existencia de Esquerra Republicana que se mantuvo al frente del gobierno de la Generalitat y de los marxistas. Un inicio de coordinación efectiva sólo se produjo cuando en septiembre se formó un nuevo gobierno en la Generalitat, en el que junto a los republicanos catalanistas se integraron dos partidos marxistas: el PSUC y el POUM y la propia CNT.
Los cambios revolucionarios fueron en cambio limitados en las provincias vascas, debido a la influencia del PNV; el cual, optó por la República, debido a la tendencia centralista de los insurrectos. Debido a la hegemonía del PNV en Vizcaya y Guipúzcoa, allí solo se incautaron las empresas de los partidarios del alzamiento y a diferencia de lo ocurrido en el resto de España, las iglesias se mantuvieron abiertas al culto y el clero no sufrió persecución. En octubre las Cortes votaron el estatuto vasco y el nacionalista José Antonio Aguirre fue elegido presidente del gobierno provisional de Euskadi, en el que junto al PNV se integraron los partidos del Frente Popular.