Historia del Partido Comunista Paraguayo (1928-1990)/Periodo Chaqueno/Guerra del Chaco

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EL PARTIDO COMUNISTA PARAGUAYO Y LA GUERRA DEL CHACO (1932 - 1935)[editar]

Nubarrones de guerra cubrían el cielo de la patria hacia occidente. Un peligro inminente de conflicto bélico se cernía sobre los pueblos de Paraguay y Bolivia. El pretexto era la vieja cuestión de límites. Los sectores populares más esclarecidos denunciaban la concreta amenaza y desenmascaraban los verdaderos propósitos de los que atizaban la guerra.

«Una guerra entre Paraguay y Bolivia -decía el delegado de la Unión Obrera del Paraguay, Rufino Recalde Milessi, camino a la Conferencia Antiguerrera de Montevideo de 1929- sería un gran crimen cuyas víctimas resultarían, al fin de cuentas, los trabajadores de ambos países. El litigio por el Chaco Boreal es una cuestión en la que entran en juego los intereses imperialistas,» La región por donde pasa la línea del statu-quo -denunciaba R. Milessi- es eminentemente petrolífera y en ella posee grandes concesiones la poderosa Eastern Seaboard Standard Oil (ESSO).

Entre tanto, los gobiernos oligárquicos de ambas naciones, Paraguay y Bolivia, al servicio de los intereses petroleros del imperialismo, agitaban mentirosas banderas de reivindicaciones patrióticas para enfervorizar a la juventud camino a la matanza.

«Los paraguayos eran el arma de la Royal Dutch Shell, aliada a la Argentina. Los bolivianos el arma de la Standard Oil, que tuvo la ayuda del Brasil», sostiene J. Chiavenato, en su obra «La guerra del Chaco. Petróleo», pág. 10.

La Conferencia Sindical contra la guerra se inauguró en Montevideo, el 25 de febrero de 1929. Obdulio Barthe, delegado del Centro Obrero Regional del Paraguay, «saludando en nombre de los trabajadores paraguayos -dijo- víctimas de una explotación inaudita en los trágicos yerbales descritos por Rafael Barret, en los obrajes, en los campos, en las fábricas comparando esta situación a la sufrida por los trabajadores bolivianos... no podían ser enemigos, no tenían ningún odio que saciar en la lucha de los unos contra los otros». Esta conferencia llamó a la unidad del proletariado de todos los países de Latinoamérica «contra la guerra que vertiginosamente preparan los imperialismos yanquis e inglés... con fines de explotación económica y predominio político».

El citado J. Chiavenato, en la obra mencionada, dice: «En Bolivia se unieron los intereses de las oligarquías que necesitaban mantener el orden feudal, salvar al gobierno y conquistar un territorio, a los de la Standard Oil que, indiferente a cualquier otro motivo, quería -lo obtuvo- el petróleo del Chaco... El Paraguay, una nación tan pobre como Bolivia, estaba igualmente sujeto al proceso del imperialismo brutal que se había impuesto en América del Sur. La Royal Dutch, el trust petrolero inglés, estaba aliado a la Argentina -que dominaba al Paraguay con un subimperialismo grotesco y eficiente- y armó al Paraguay para la guerra» (pág. 10).

Diarios de la época registran los actos públicos patrocinados por los comités unitarios de obreros y estudiantes, en los que se denunciaban el peligro de guerra cada vez más inminente y el papel del imperialismo y sus agentes internos en su preparación. Los comunistas desplegaron gran actividad en la organización de estos pronunciamientos.

Los gobiernos burgués-conservador-reaccionario de ambos países nada hicieron en serio para evitar la guerra, sino que cedieron a la criminal presión del imperialismo petrolero. En lugar de negociar la cuestión de límites -usada como pretexto- resolvieron «continuar la política por otros medios», según la concepción del Klaucevitz y ensartaron a los dos pueblos en una sangría de tres años, de 1932 a 1935.

¿Cuál fue el resultado? «Bolivia y Paraguay -dice Chiavenato-, dos países que se cuentan entre los más pobres del mundo..,, perdieron noventa mu hombres según estadísticas oficiales, o ciento cincuenta mu según observadores extranjeros, a pesar de que tenían población en cantidad diminuta».

Las consecuencias económicas y sociales de la Guerra del Chaco aún se hacen sentir, particularmente sobre las clases populares, por el esfuerzo agotador a que fue sometida la nación para solventar la campaña guerrera. Miles de lisiados sufren su destino de «carne de cañón», arrastrando una vida de miseria en medio de la indiferencia oficial, a pesar de encendidos discursos patrioteros cada 29 de Septiembre.

En resumen, el joven Partido Comunista Paraguayo desenmascaró resueltamente el carácter interimperialista de la guerra; organizó en varios puntos del territorio nacional activos comités antiguerreros, cuyas propuestas llegaban hasta las trincheras de la contienda fratricida, abogando por el cese del luego, la confraternización de los ocasionales combatientes y la concertación de una paz negociada, que contemple los verdaderos intereses de ambos pueblos.

No fue una tarea fácil la campaña de denuncia y esclarecimiento del Partido Comunista. Los agentes nacionales del imperialismo y los abogados de empresas empotrados en el gobierno liberal-burgués presentaban el estéril desangramiento entre paraguayos y bolivianos como una suprema expresión de patriotismo, en defensa de la soberanía nacional.

De hecho, la Guerra del Chaco puso de manifiesto en forma cruda la crisis en que se debatían los gobiernos de latifundistas y cómplices del imperialismo, que se turnaban en el gobierno de nuestro país, desde 1870, al haber demostrado su incapacidad, falta de voluntad política o complicidad, para empeñarse con patriotismo a encontrar las vías de solución pacífica de los diferendos sobre cuestiones limítrofes entre Bolivia y Paraguay, arrastrados por más de un siglo.


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