Fractalidades en Investigación Crítica/Análisis de cómo se estructura el espacio publico para mantener a los cuerpos en constante control

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Autores:

  • Claudia Alarcón Espinoza.
  • Teresa Arredondo Lugon. (laviridiana@hotmail.com)
  • Alejandro Góngora Briones.(agongora@psicochile.cl)


Santiago: Espacio Público, Corporeidad y Sociedad de Control[editar]

Introducción[editar]

En el presente trabajo, se intentará realizar un análisis de cómo el espacio público se estructura de tal manera, que mantiene en constante control a los cuerpos que transitan por sus espacios.

Se entenderá “espacio publico”, como un espacio organizado para la circulación de los cuerpos, espacio que implica para los individuos la asunción de ciertas normas y reglas para poder transitar por él. Así, estos espacios implican una relación constante a otro como “otredad”, es decir, como un otro distinto, exterior, como individuos que viven al margen de este espacio y que se constituyen como un “constante peligro”. De esta manera, el espacio público estará estructurado para proteger a los individuos de amenazas externas. Sin embargo, la dimensión del otro también estará presente internamente en el sistema, en tanto los espacios públicos estarán hechos para un otro semejante, lo que implicará la constante relación e interacción con estos.

Por lo tanto, se definirá el concepto de “espacio publico” tanto como por lo que usualmente se entiende por éste, es decir, la calle, el metro, etc., como por aquellos espacios que se identifican más bien como íntimos y privados, como pueden ser, por ejemplo, los patios de las casas, las ventanas, los ascensores de los edificios, es decir, esos espacios que se ubican en el limite o la frontera entre lo que se encuentra naturalizado como publico o privado. Estos lugares se entenderán como parte de lo publico, en la medida en que son lugares de transito, que mantienen al individuo en contacto con un otro.

La metodología que se utilizara para llevar a cabo el análisis del espacio publico, podría entenderse, de alguna manera, como un “análisis de discurso visual”, donde el texto serán las fotografías de diferentes lugares de la ciudad. Se ha elegido la fotografía como manera de dar cuenta de estos espacios, ya que pareciera que el control, así como lo entiende Foucault, opera fundamentalmente en el juego de miradas. La fotografía es, en este caso, un intento por reproducir (aunque de forma limitada) estos espacios, y, de esta manera, poder dar cuenta de la potencia de los diferentes dispositivos que operan en la ciudad. Por otra parte, cada fotografía será descrita brevemente en su contexto, de tal manera de poder dar cuenta de cómo opera en el espacio general del cual forma parte. Esto, a su vez, permitirá realizar un análisis más completo.

Antecedentes[editar]

Para llevar a cabo este análisis, se utilizarán algunos conceptos que resultan centrales y que han sido desarrollados por diversas corrientes del pensamiento social, como el postestructuralismo y la teoría queer. Los conceptos que guiarán el análisis serán, entonces, los de performatividad, biopolítica, gubernamentalidad, otredad y corporeidad.

En primer lugar, la idea de performatividad “presupone que el sujeto construye la realidad y su propia identidad mediante los actos que ejecuta, que interpreta, y a su vez éste (el sujeto) no posee una existencia previa a dichas acciones que lo conforman”(1).La performatividad, “no es un acto único sino una repetición y un ritual que logra su efecto mediante su naturalización en el contexto del cuerpo”(2). El acto performativo, entonces “debe ser ejecutado como una obra de teatro, presentándose a un público e interpretándose según unas normas preestablecidas; el acto performativo produce a su vez unos efectos, es decir, construye la realidad como consecuencia del acto que es ejecutado”(3). Esta construcción de la realidad a partir de estos actos performativos, es la que intentará abordar el presente trabajo, restringiéndose para eso, al análisis de las fotografías antes mencionadas.

El segundo concepto en cuestión, la biopolítica, será entendida como una "forma de gobierno, una nueva dinámica de las fuerzas que expresan entre ellas nuevas formas de poder"(4), es decir, como una coordinación estratégica de las relaciones de poder para que los vivientes produzcan mas fuerza, de esta manera, la biopolítica se constituye como un modo de gobierno, que no solo ejercerá su control sobre los individuos, por medio de cierto número de procesos disciplinarios, sino, al conjunto de los seres vivos que se constituyen en población. De esta manera, podemos entender la biopolítica como "la entrada de la vida en la historia”(5). Es importante en este punto hacer una distinción entre biopoder y biopolitica, "se hablará de biopoder cuando el estado ejerce su dominio sobre la vida por medio de sus tecnologías y dispositivos; se hablará en cambio de biopolitica cuando el análisis critico del dominio se hace desde el punto de vista de las experiencias de subjetivacion y de libertad"(6), donde se desarrollan relaciones, luchas y producción de poder. En este sentido, es el ámbito de la resistencia y de la lucha de clases.

El tercer concepto, gubernamentalidad, será entendido como el análisis de la problemática del gobierno, referida específicamente a cómo se ejerce el poder, “cómo se pone en práctica la economía, una economía al nivel de todo el Estado. Es decir, ejercitar en los entrecruzamientos de los habitantes, de la riqueza y del comportamiento de todos y cada uno, una forma de vigilancia, de control tan atento como el que ejerce el padre de familia sobre su casa y sus bienes”(7). Lo interesante de este concepto, es cómo facilita el situarse desde una perspectiva que permite analizar las relaciones, los procedimientos, las reflexiones, las prácticas y las tácticas del poder, para controlar, los cuerpos, el saber, etc., teniendo como protagonista a la “población”, es decir una sociedad de gobierno, donde se triangula “la soberanía, la disciplina y la gestión de gobierno”, donde los mecanismos de seguridad y de mantención de la triangulación son indispensables e indisolubles.

La otredad se entenderá cómo “la invención del otro”, es decir no el modo en que un cierto grupo de personas se representa mentalmente a otras, sino que, hacia los dispositivos de saber/poder a partir de los cuales esas representaciones son construidas. Son imaginarios que poseen una materialidad concreta, en el sentido de que se hallan anclados en sistemas abstractos de carácter disciplinario como la escuela, la ley, el Estado, las cárceles, los hospitales y las ciencias sociales.

Y, por último, la corporeidad será entendida como una reformulación de la materialidad de los cuerpos, "como efecto de una dinámica de poder"(8), de modo tal que la materia de los cuerpos se vuelve indisociable de las normas reguladoras que gobiernan su materialización y la significación de aquellos efectos materiales. La manera como un sujeto asume, se apropia, adopta una norma corporal, no será entendida como algo a lo cual se somete, sino como una evolución en la que el sujeto se forma en virtud de pasar por ese proceso de asumir un sexo.

Análisis[editar]

La ciudad se ordena y se construye de tal manera que los vivientes circulen por ella de forma organizada, de tal manera que el que transita asuma sin mayor reflexión cual será el recorrido de su tránsito. Si entendemos la biopolítica como la entrada de la vida en la historia, y con esto queremos decir que el poder toma la vida como objeto de su ejercicio, entonces, de lo que estamos hablando es de los cuerpos, de cómo se puede mantener en control a los cuerpos, de cómo poder hacer circular la vida de una forma organizada, coordinada, de cómo poder constituir la ciudad así como si fuese un cuerpo, un organismo. Las calles se encuentran llenas de carteles y señales que nos indican qué es lo que debemos o no hacer: “Pare”, “No pasar”, “Inserte aquí su tarjeta”, “Tire”, “Para su seguridad”, “Solo residentes”. Foto

La ciudad se transforma en una zona donde la vida debe circular, como un gran cuerpo social, donde ya no importa cada sujeto por separado, donde el control no se ejerce a cada uno de nosotros, sino al individuo colectivo. La ciudad esta construida para otro indeterminado, que puede ser cualquiera y todos. Las calles se transforman en arterias y venas, por donde la sangre circula. La sangre tiene que circular, ya que si no el cuerpo se detiene, no produce. Así, la ciudad y los espacios públicos son vías de constante circulación donde la vida “produce”. Toda la vida y todo el espacio es lugar de producción, pues si cualquiera de esas arterias se cierra o se interrumpe la vida deja de producir.

La biopolitica como técnica de gobierno, producirá maneras de determinar la conducta, o podríamos decir, que producirá maneras de que la conducta no se desvíe, no se desvíe de su tránsito, de esta manera, las calles se enrejan para determinar ese tránsito, esa dirección del cuerpo. Rejas en las plazas, en las casas, en las calles, son una acción sobre una acción, que intenta determinar los lugares de tránsito y las acciones de los vivientes que habitan la ciudad. Foto

La biopolítica se despliega como una voluntad de conducir, conducir la ciudad y a los vivientes en ella. No resulta extraño pasar por el metro, sin tomar conciencia de que uno de los lugares de mayor circulación y tránsito que hay en la ciudad (como es éste), esta lleno de enunciados y frases que nos conducen, en una dirección u otra.Foto En este proceso, se conducen también nuestras miradas, miradas que se transforman en aparatos de distinción, en dispositivos que nos permiten distinguir un cuerpo de otro, diferenciar el cuerpo de un anciano del de una embarazada o del de un joven Foto. Pareciera, finalmente, que se tratase de distinguir mi cuerpo de otro cuerpo, pero en el fondo, distinguirme a mí mismo sexualmente como hombre o mujer, distinguir otro cuerpo en su sexo.

“Mire a su alrededor, alguien puede necesitar el asiento” Foto y junto a esa frase un dibujo, una imagen humana con un bastón: un viejo; una imagen humana con el abdomen abultado: una embarazada; una figura humana en silla de ruedas: un discapacitado. Esas frases, esas señalizaciones están ahí para ejercer su poder sobre nuestra mirada, mirada que bajo el control constante del poder, se convierte en una mirada que clasifica y distingue, que me diferencia de otro, pero fundamentalmente me distingue en un sexo. Ese poder determina nuestra mirada y nuestras acciones: “Mira detrás de ti, alguien puede necesitar bajar” Foto, es decir, mira para atrás y si ve que alguien está apurado porque tiene que trabajar, córrete, muévete, deja el paso a la circulación y a la producción.

Pero también el poder nos cuida, no quiere que la vida se acabe, por eso establece horarios, esquemas, que si uno sigue al pie de la letra permiten, por ejemplo, asegurar que siempre se llegará a tiempo: “¿Para que corres si otro tren ya viene? Metro te cuida, cuida el metro” Foto. Si se siguen las estrategias, los tiempos, los dispositivos, nada hay que temer, todo siempre saldrá bien si te dejas llevar por el ritmo de ese personaje, el Señor Metro que te cuida y pone ese mensaje en el suelo, porque son los pies los que no tienen que correr.

Por otra parte, el control de los espacios públicos no es solo un control material que se transforma o se hace asible a través de elementos que regulan el paso, el tránsito, la estadía, etc. Sino, también es un control inmaterial que marca presencia y juega con mentalizar a los sujetos con que están siendo vigilados, que sus cuerpos están finalmente siendo “controlados” (tanto para su protección como para su sanción) desde lo inmaterial. Nos referimos, por ejemplo, a las cámaras puestas al interior del ascensor, o la cámara en el pasillo de un edificio y también a las cámaras puestas en las calles Foto. El gobierno, de esta manera, se transforma y se encarna como un “sujeto” que vela por su “pueblo”, tratando de dominar sus cuerpos en los distintos espacios. Los sujetos ya no están solos, están en todo momento siendo vigilados y protegidos. Sus cuerpos pasan a ser parte de la puesta en escena de la ciudad, de la ciudadanía.

Todos los dispositivos que forman parte de la ciudad, se instalan en lo cotidiano, en los momentos en que más creemos que somos auténticos, pero perdemos de vista que el constituirnos como cuerpo es indisociable de las normas regulatorias que lo gobiernan, y esas normas se producen en el mismo momento en que hay un cuerpo que transita la ciudad y que introyecta en sí, una serie de dispositivos que lo insertan en el espacio publico. Los cuerpos son reconocibles por una serie de signos que los marcan:

“He aquí la figura ideal del soldado tal como se describía aún a comienzos del siglo XVII. El soldado es por principio de cuentas alguien a quien se reconoce de lejos. Lleva en sí unos signos: los signos naturales de su vigor y de su valentía, las marcas también de su altivez; su cuerpo es el blasón de su fuerza y de su animo; y si bien es cierto que debe aprender poco a poco el oficio de las armas –esencialmente batiéndose- , habilidades como la marcha, actitudes como la posición de la cabeza, dependen en buena parte de una retórica corporal del honor.” ��(9)

Los carabineros de la moneda Foto, por ejemplo, son un icono de esto. Lo que los distingue de otros individuos, no es la vestimenta por sí sola, sino una cierta organización corporal, la posición de la cabeza, el cuerpo rígido, la capacidad para mantenerse así por horas. Su cuerpo esta producido para soportar esas características, su cuerpo es la marca de su ser. El gobierno no se ejerce solamente desde dispositivos externos como cámaras o señaleticas, sino desde la constitución del propio cuerpo, desde el sexo hasta la postura, todas son marcas de un gobierno de la vida.

Los cuerpos son así utilizados y performados en función de contribuir al control y a la vigilancia, el cuerpo se vuelve parte del espacio público, incluso más, se transforma en espacio público, se constituye en un objeto más de la escena, donde actúan y se desenvuelven. Es el caso de los carabineros fuera del palacio de La Moneda, del que se hablaba anteriormente.

Se instalan así dispositivos performativos que son “utilizados” para el control y la vigilancia de los cuerpos, es como si la performatividad del control se apoderara y se hiciera presente en el espacio público para que los sujetos construyeran una estructura mental que no solo refuerza la gubernamentalidad, sino además se percibe y se siente como indispensable, necesaria y única. Es así como al aplicar el concepto de performatividad para el análisis de las fotografías en cuestión, resulta evidente que las acciones que se encuentran representadas en esas imágenes se relacionan con aquello que ha sido “naturalizado” como parte de nuestro paisaje urbano. Así, la definición de “actos performativos” de Austin (actos que producen la realidad que describen), explica el proceso por medio del cual estas acciones son hoy lo “común”, lo que está siempre presente, lo que, quizás, llamaría más la atención por su ausencia que por su presencia.

Las señales que aparecen en las fotografías, representan un mandato que ha sido naturalizado y que, por lo mismo, genera restricciones que han pasado a ser autoimpuestas. Estas restricciones (estos límites “corporales”), van señalizando nuestro transcurrir por la ciudad; así, existe una normatividad que no sólo dice por dónde se debe pasar o dónde podemos sentarnos Foto,sino que determina y limita qué es lo que se puede hacer. La idea pareciera ser, entonces, mantener el control, esto quiere decir, identificar tanto los espacios (esto es, determinar límites físicos definidos como los que pueden verse en los espacios que se cuidan con perros Foto, cámaras, rejas, etc.) como a las personas que por ellos transitan (las cámaras cumplen con la función de saber quién hace algo que no debe y, además, cumplen con la función de que ese “alguien” sepa que está siendo vigilado en todo momento).

La presencia de estos límites son, por supuesto, legitimados a través de discursos valóricos históricamente arraigados en nuestras sociedades. Estos valores, además, van dejando fuera del transitar a cualquiera que se identifique como “distinto”. De esta forma, el espacio público se convierte en el lugar privilegiado para hacer uso de los dispositivos de saber/poder a partir de los cuales se construye la otredad. Las rejas, las cámaras, la señalética, son parte de las disposiciones construidas para naturalizar una racionalidad fundada en las reglas trascendentes, en un ideal moral que vela por el comportamiento de los cuerpos y de la relación entre ellos.

Nacemos bajo estas restricciones que guían nuestros cuerpos por ciertos caminos y no otros; nacemos sabiendo quiénes son “esos otros” de los que no hay que formar parte: aquellos que no ceden su asiento ante alguien mayor, aquellos que a pesar de los anuncios corren por los andenes del metro, aquellos que, finalmente, no integran las normas de comportamiento pre-establecida por un gobierno que nos “cuida” y “protege”. Pero aún más importante pareciera ser el no formar parte de aquellos que violan la propiedad privada, que roban, aquellos que no se encuentran “integrados” y que no han logrado dominar su corporalidad tal cual está establecido.

Ante todo esto, no es casual que Derrida haya introducido la idea de performatividad del lenguaje como “dispositivo de poder social y político”. Nuestros actos producen efectos, producen nuestra realidad, nuestros patrones sociales marcados por polaridades ya conocidas como la de inclusión-exclusión. Por supuesto que aquellas señales que ya forman parte de nuestro paisaje y que pasan desapercibidas ante nuestros ojos son un dispositivo de poder social y político, son las que permiten y facilitan el control y el “orden”, las que determinan cómo, por qué y por dónde deben avanzar nuestros cuerpos que, lógicamente, se rigen por estas señales que, como dice Butler, “siempre han estado y cada vez estarán más”(10). Así, estos actos naturalizados que pocas veces pueden ser cuestionados, se transforman en actos performativos y, por lo tanto, de repetición que cumplen su objetivo final de control, pero además logran que sean los mismos miembros de la sociedad (los “controlados”) los que hagan suyo este supuesto poder, pues son ellos mismos los que ejercen el poder que se encuentra a su alcance para delimitar aún más los espacios y quiénes forman parte de ellos Foto.

Conclusiones[editar]

Como se ha dejado ver al finalizar el análisis hasta aquí descrito, pareciera que son los mismos “buenos ciudadanos” quienes reclaman por su seguridad y quienes forman parte (y re-producen) aquellos mecanismos de control performativos que sostienen la sociedad de control en la cual vivimos. Es en este tipo de sociedades, descritas por Foucault, en las cuales encontramos “otras relaciones de poder”, relaciones que logran mantener su efectividad bajo una ilusión democrática de la cual todos queremos formar parte.

Esto nos hace pensar, que en la actualidad Chile (y específicamente Santiago) se encuentra en un trancito desde una sociedad disciplinaria, donde el poder y la represión se producen como castigo y siempre desde un otro externo que ejerce ese poder, a una sociedad de control, donde el poder sigue ejerciéndose sobre el cuerpo, pero donde la dimensión del sujeto cobra mayor relevancia. Ya no es solo a través de un agente externo que se ejerce el poder, sino que el control y la vigilancia es un dispositivo introyectado en la subjetividad, en el psiquismo de los individuos.

Esto lo podemos ver en algunos elementos enunciados en el análisis anterior. Como veíamos, toda la ciudad se encuentra ordenada de tal manera que exista en sus ciudadanos una sensación de protección y seguridad. Así, en todos aquellos lugares “públicos” existe un otro (el metro, el alcalde, el presidente) que es un otro inmaterial, solo una ilusión internalizada en nuestro discurso; un otro que te cuida y vela por ti y, además, te enseña a protegerte en aquellos lugares en los que, supuestamente, estás fuera de sus ojos (así lo demuestran las fotografías que hemos podido ver).

En esto radica justamente el poder de las sociedades de control, no existe una norma impositiva, más bien es la masa la que reclama las condiciones en las cuales nos encontramos. Así, resulta más fácil poner en marcha la gubernamentalidad antes descrita, pues la represión pasa desapercibida e incluso se transforma en una petición del pueblo. El Estado tiene el permiso (e incluso el “deber”) de apropiarse de los espacios “públicos” y transformarlos en privados al ser él, el único dueño y señor: “la calle es el espacio de la represión de la vida de todos los días, donde el aparato del Estado adopta la cara del bondadoso policía de barrio”��(11) .

Nuestros actos en sociedad, entonces, van performando esta idea de un control más democrático, haciendo “real” la presencia de un gobierno democrático en el cual participamos libremente reprimiendo a quienes están a nuestro costado y, por su puesto, sin pensar que facilitamos, impulsamos, e incluso perpetuamos los actos de control, exclusión y represión del Estado. Sin embargo, “el control de la sociedad sobre los individuos no se efectúa solamente a través de la conciencia o de la ideología, [se efectúa también] en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista, es la biopolítica lo que más cuenta: lo biológico, lo somático, lo corporal”��(12). Así, la disciplina (en su sentido más tradicional) ya no se hace necesaria y se encuentran mecanismos que resultan más apropiados para que nos excluyamos unos a otros, pues, como se dijo anteriormente, sabemos quienes son esos “otros” a los cuales no debemos pertenecer y sabemos, además, cómo y donde deben estar sus cuerpos: encerrados y bajo vigilancia. El sistema de control, del cual formamos parte ha logrado, por lo tanto, “hacer de la represión un deseo…[a logrado] un adelantamiento con respecto al deseo. Mientras las sociedades disciplinarias vienen después de la actualización del deseo, para reprimirlo, para acotarlo, las sociedades de control suponen una suerte de predicción del deseo. El control supone el ofrecimiento de distintas vías, distintos caminos, ya previstos, por los cuales el deseo ha de circular. Lo cual implica también construirlo según una determinada dirección”��(13) .

Así, podemos decir que las rejas en las casas y en la vía publica, son una manera de construir un discurso de la ciudad que tenga como objetivo dirigir, guiar, conducir nuestro deseo, y más aun, adelantarse a este, producirlo. Santiago se transforma de esta forma, en una maquina que produce producción, donde los cuerpos son los soportes, los engranajes que enlazan toda la maquina. La vida se transforma en una maquina que produce vida y deseo: “La producción se asegura produciendo también el deseo por el producto “��(14) . Podríamos decir, entonces, que la sociedad de control va tomando los elementos de la anterior sociedad disciplinaria, incorporándolos poco a poco a la lógica del control. En las fotografías podemos ir viendo, como los elementos disciplinarios se van enlazando con elementos de control; en las calles siguen habiendo carabineros, pero al mismo tiempo hay cámaras que vigilan en aquel lugar donde el carabinero no está, y de esa manera siempre puedes ser visto y, por lo tanto, hay que actuar como si en todo momento se estuviera bajo vigilancia.

Las fotografías nos muestran cómo Santiago se transforma en una sociedad de control, que incorpora los antiguos soportes y los actualiza. El espacio publico en Santiago se ha estructurado de manera de controlar nuestros cuerpos, pero también de producir nuestro deseo.

Notas[editar]

1. ¿Por qué le llaman género cuando quieren decir sexo?: Una aproximación a la teoría de la performtividad de Judith Butler; Eva Patricia Gil Rodríguez. Athenea Digital - num 2 otoño 2002.

2. Ibid.

3. Ibid.

4. Del biopoder a la biopolítica. Lazzarato, M (2000). Publicado originalmente en Multitudes num 1, Marzo 2000.

5. Ibid.

6. A propósito de la ontología social. Trabajo material, inmaterial y Biopolítica. en Negri, Antonio (2004) Guias. Cinco lecciones entorno a Imperio. Paidós: Barcelona.

7. La gubernarnentalidad en M. Foucault, Estética, ética y hermenéutica, (1978). Barcelona, Paidós, 1999.

8.Butler, J. Cuerpos que importan.

9. Foucault,M. (1975), Vigilar y castigar. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.

10. ¿Por qué le llaman género cuando quieren decir sexo?: Una aproximación a la teoría de la performtividad de Judith Butler; Eva Patricia Gil Rodríguez. Athenea Digital - num 2 otoño 2002.

11. “Reclama las calles”; en http://www.otromadrid.org/abierto/leer.php?id=404

12. M. Hardt y T. Negri; “La producción biopolítica”; en http://www.rebelion.org/izquierda/biopolitica180301.htm

13. En http://www.goethe.de/hs/bue/seminare/htm/semin3/clase3.htm

14. Ibid.

Bibliografia[editar]

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